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Óscar Arias: la lógica de continuar con el método

Vía de Escape
Paco Cepeda
Paco Cepeda
22/04/2017

Monchi es muchísimo más que un señor que detecta talento futbolístico. En realidad, en esa faceta, creánme si les digo, que acierta y falla como otros tantos. Aburre ya hacer una enumeración de los grandes éxitos y fracasos durante su gloriosa etapa como director deportivo, haga usted su propia lista, y decida luego si es ésa parte del trabajo de Ramón la que brillaba como el sol. Yo he hecho la mía, y mi respuesta es que no, un NO así de grande. Pero si quieren encontrar aquí una crítica a la figura del director deportivo de la Roma andan muy despistados, porque Monchi hizo algo muchísimo más valioso que traer a Daniel Alves o Konko, a Vitolo o Puli. Monchi le fue dando forma a un método, lo que se debe preservar por encima de todas las cosas, con él o sin él. Ahora le toca defender esa manera de hacer a Óscar Arias. 

Pero quiero regresar al momento del nombramiento de Monchi, del paso de delegado a director deportivo. Por qué y para qué Roberto Alés García ascendió a Monchi. El ojeador del ojeador. Recuerdo muy bien una larga charla con mi admirado Roberto, motor de muchas de las cosas buenas que le pasan al Sevilla. Pero muchas más de las que creen. Para empezar, a los dos últimos presidentes, ni más ni menos que a José María del Nido y Pepe Castro, los más laureados de la centenaria historia del club, los ha colocado él, con sus acciones pero sobre todo con su capacidad de aglutinar una mayoría, algo que casi nadie en el Sevilla puede conseguir. Pero ese es otra tema del que podría escribir casi un libro. Volvamos a la charla sobre Monchi. Roberto Alés ya tenía entrenador para su proyecto, Joaquín Caparrós, al que postuló el denominado grupo de Utrera, con Pepe Castro y Paco Guijarro a la cabeza. Ese Sevilla no tenía un euro, y se salvó porque un niño-hombre, Carlos Marchena, casi entra en depresión diagnósticada por quedarse en Lisboa para que su Sevilla pudiese subsistir con los mil millones de pesetas que se cobrarían por su traspaso. Otra vez me he ido por otro lado. Volvamos a la charla con Roberto Alés sobre Monchi. Me dijo un día que tenía casi decidido que Monchi sería su director deportivo. Que sabía que el entonces delegado no había hecho ese trabajo, que ni siquiera conocía si le gustaba o si mínimamente se había ido formando en ese terreno, pero que lo veía sensato y con una enorme capacidad de trabajo. Alés, por entonces, no era un hombre de fútbol, pero ni de lejos, era un gran aficionado pero que no había tocado, porque no había querido, poder en el Sevilla ni en ninguna entidad deportiva. Y me añadió que por lo que intuía y medio conocía por algún familiar que sí era futbolero a tope, que tenía que lograr que su director deportivo, Monchi o quien fuera, fuese leal al entrenador y por supuesto al consejo. Alés no le iba dar dinero para fichar, así que no quería luego tonterías al respecto. Caparrós conocía por entonces el mercado de jugadores de ese nivel entre Segunda y Primera mucho mejor que Monchi. Y lo que no quería Alés era un director deportivo que dejase caer si pintaban bastos que no tenía una peseta para fichar y que si el entrenador era así o asao. Alés quería un método. Quería que Monchi escuchase a Caparrós, que jamás le impusiese un fichaje, pero que Caparrós supiera que Monchi estaba allí para pensar a largo plazo mientras él se encargaba del corto. Esa simpleza fue el embrión del método. Alés sumó a esa forma de hacer las cosas que ambos, Caparrós y Monchi, Monchi y Caparrós, podían asegurarles a los jugadores fichables que lo poco que iban a cobrar sería de forma religiosa, sin un puñetero retraso. 

Y Monchi, aquí su tremenda aportación al nuevo Sevilla, fue perfilando un modelo, evolucionando junto al Sevilla, al estilo de Alés, Del Nido o Castro; dándole y quitándole a Caparrós, Juande o Emery, hasta conformar una manera de hacer las cosas que por supuesto obliga al continuismo. Quiero subrayar pues que el ascenso de Óscar Arias (creo que Miguel Ángel Gómez está igualmente capacitado) es lo normal y lógico. Porque en el Sevilla, lo que de verdad ha funcionado, es ir sumando personas a un proceder muy clarito, que ha resistido envites durísimos, que también usted podrá recordar y poner por orden. Por eso tiene que pilotar esto alguien que conozca y crea en el sistema, e ir sumando gente de ese corte, para que el relevo del relevo siempre esté listo.

Clave siempre ha sido la elección de los entrenadores. Cuando el Sevilla no se ha escuchado, ha fallado. No podía ser un entrenador de esos estelares que se creen más que el club, pero tampoco un apocado. Monchi, a todos los que lo necesitaron (Manolo Jiménez o Antonio Álvarez no lo precisaban), les fue explicando qué es el Sevilla, cómo y qué funciona aquí con el entorno y con la gente de dentro, siendo ese Pepito Grillo que no se iba a meter en una alineación pero que dejaba caer que mengano o fulano a lo mejor tenía que jugar aquí o allá, o más o menos. Respetando parcelas, sin imponer nada, pero influyendo, como debe ser, del mismo modo que si un entrenador se encaprichaba con un jugador y Monchi no lo veía un disparate, incluso alguna vez tapándose la nariz, pues trataba de incorporarlo a la plantilla, para felicidad de ese entrenador de turno. 

Monchi también hacía algo primordial, una vez que el jugador ya estaba fichado. Monchi era, y será cuando vuelva, el enlace perfecto entre el vestuario y el consejo. Arreglaba abajo lo que tenía que arreglar sin molestar mucho arriba, y convencía por abajo de lo que no se debía ni intentar.

Monchi, con el crédito ganado, ya fue ofreciendo luego estabilidad, mucha estabilidad. Hasta en las situaciones más complejas, tenía autoridad deportiva, y se le podía cuestionar tres o treinta fichajes, pero no la forma de trabajar ni su figura. Eso ayudaba a sortear las seguras crisis que viven, cada uno a su nivel, todos los clubes del mundo en un momento u otro. 

Mientras hacía todo eso, un nutrido grupo de ratones de biblioteca y de peloteros más clásicos, peinaban y peinan mercados para acumular informes de los jugadores a los que contratar cuando es necesario. Lo que funciona, con su margen de error, es firmar a jugadores de alto rendimiento en equipo 'menores' al Sevilla con capacidad de crecimiento deportivo y económico. Esos jugadores, si no adelantaban plazos en su evolución y entraban en la órbita de los grandes, eran para el Sevilla. Y así se debe seguir haciendo, porque Óscar Arias sabe que funciona. Lo primero, la elección el técnico. Un tipo que encaje. Que aspire a ganar mucho y perder poco sin ser un divo. Alguien que respete a un club que está claramente por encima de las personas.


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