El libro para Serra

Vía de Escape

Paco Cepeda 12/11/2017

El Morabanc Andorra no son los Bulls de Jordan. Qué va. Pero ni mucho menos. Es un humilde equipo de la ACB que se está partiendo la cara para evitar el descenso. Energía Plus (me cuesta llamar Betis a este 'engendro'), en la cancha de ese equipo de la ciudad donde los Pujol se paseaban tanto, que pasa tantas fatiguitas para no caer al hoyo, pierde casi de 30 puntos como si tal cosa. Y no es lo más grave, porque el equipo sevillano acumula un denigrante ocho de ocho en este comienzo de temporada y viendo el calendario lo mismo hay que seguir esperando alguna semana más para que suene la flauta del triunfo. Y puede que tampoco sea lo peor, porque como algunos medios 'hostiles' denunciamos, con más o menos tino, que es impresentable lo que llevan haciendo hace meses Fernando Moral y Ramón Alarcón con ese histórico equipo, lo mismo le suben el sueldo al primero y le dan más competencias al segundo. Lo mismo despiden a otros cinco trabajadores, o a diez, y colocan al primero que pase por la puerta pero que sea amigo de la casa, de la casa de algunos. Si ya da igual, si la culpa es de los periodistas que dicen cosas feas, unos truhanes, unos biriperiodistas impresentables que denigran su profesión por unos asuntos 'personales' que se inventan esos grandes profesionales que, sin embargo, cosechan fracaso tras fracaso en gran parte de lo que tocan. Lo mismo ahora nos vetan para entrar en los bares donde haya un escudo del Betis, o en los parques donde haya canastas, o porterías, todo es posible, si no pasa nada, da todo igual. Para Fernando Moral, dimitir es un alero ruso. Para Ramón Alarcón asumir es un base turco. Yo sólo recomiendo una cosa, que va a salir más barato: que se metan en Amazon, que compren La Biblia del entrenador de baloncesto, de Sidney Goldstein, y que dejen un par de ejemplares en el despacho de don Lorenzo Serra Ferrer. Lo mismo dentro de unas semanas los problemas se van solucionando y pueden seguir vacilando de gestión sin esta puñetera incomodidad de la derrota, esa pequeña nimiedad que no tiene nada que ver con el buen hacer, para nada, sólo con el azar y la maldad de algún periodista insoportable.