Moacir

El Petardazo

José Antonio Jiménez 01/07/2014

Mientras Conchita Martínez hacía historia sobre la hierba londinense de Wimbledon tras derrotar a Martina Navratilova hace ahora 20 años en tres trabajados sets, José María del Nido negociaba en la capital de España el traspaso de Diego Pablo Simeone al Atlético de Madrid con su amigo Jesús Gil. Tras unas negociaciones no demasiado complicadas, el centrocampista argentino se marcharía al Vicente Calderón a cambio de 150 millones de las extintas pesetas y Moacir, un mediocentro que en el cuadro colchonero apenas había rendido, pero muy del gusto de Luis Aragonés. Extraño capricho cuando el Sevilla FC tenía la opción de firmar a Zé Elías y Cesar Sampaio, dos brasileños con un brillante porvenir. Cosas de sabios, dirán algunos.

Como muchos vaticinaban, Moacir tampoco triunfaría en el cuadro nervionense. Y es que sus números no engañan a nadie. Treinta partidos oficiales y dos tantos anotados entre 1994 y 1996. Ni siquiera haberse metido en Europa con los blancos maquilla el rendimiento de un futbolista tan lento como predecible. Tan incapaz de marcar diferencias sobre un terreno de juego. Con todavía contrato en vigor, retornaría a su equipo en Brasil de toda la vida: el Atlético Mineiro. Una buena tarde ante el Valencia en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán y otras ante el Racing de Santander en tierras cántabras, lo único salvable de un petardo en toda regla.

El famoso “yo no soy lento” comentado por Moacir durante una entrevista quedará para la historia de un fichaje marcado por los deseos de un entrenador de sacarle rendimiento a un futbolista con un perfil incompatible con el fútbol que se practica en Europa. Un refuerzo engendrado en la amistad de dos dirigentes. Posteriormente, vinieron otros jugadores colchoneros (Cordón, Pedro o Míchel) que también merecen un lugar en esta sección.