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Sampaoli y el placer de la ilusión

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
08/02/2017

Casi al final de “La educación sentimental”, Frédéric Moreau y un viejo amigo rememoran momentos felices de sus vidas y ambos coinciden en señalar el día que pasaron preparando, en sus años de juventud, la visita a un burdel. Resulta que, por alguna razón, no llegaron a entrar en la casa de lenocinio pero los dos compadres habían guardado el dulce recuerdo de la expectativa, esa potencia erótica que, con el tiempo, habría de ser más poderosa que el mismo acto sexual. Julian Barnes, uno de los más minuciosos conocedores de la obra de Flaubert, denomina a ese mecanismo “el placer de la ilusión”. Y justamente en ese recorrido por los intrincados laberintos cerebrales se halla hoy el sevillismo.

El Sevilla no va a ganar la Liga, según han desprendido los resultados de las dos últimas jornadas, que han rebajado el disparatado, por irreal, índice de puntos y elogios que acumulaba el equipo de Jorge Sampaoli. Singularmente, los elogios, el propio Jorge Sampaoli. Durante dos semanas de tournée mediática (“no escucho y sigo… pero si se trata de autopromoción, hablo hasta para Radio Taxi”), el entrenador santafesino ha alimentado la “ilusión de pelear por la Liga” frente, por ejemplo, a la realidad de intentar llegar a la final de Copa, ésa que el Celta tiene muy cerquita después de eliminar al Real Madrid, que por tanto no era imposible de eliminar. Se ha revelado como flaubertiano, el hombre, pero ¿eso es bueno o es malo? Estar cerca del liderato al final de la primera vuelta tiene su mérito, sin duda, y así se lo reconocen los buenos aficionados al Compostela de Fernando Vázquez, aunque no tanto como disputar el título hasta la última jornada, como hizo Raynald Denoueix con la Real Sociedad.

A ninguno de estos dos (estupendos) entrenadores los rodea el aura legendaria que desprende Sampaoli. ¿Por qué? Por la propaganda. Alguien muy cínico y muy listo dijo que las relaciones públicas son tan importantes, que logran convertir a una asquerosa rata en un lindo hámster. Y al cuerpo técnico del Sevilla, válgame Dios, le funcionan las relaciones públicas de una manera envidiable. ¿Que Estrada Fernández anula indebidamente un gol al Betis? Sampaoli es un genio al que entrevista Valdano. ¿Que Sergio Ramos se mete un autogol en el descuento? Sampaoli es un genio al que entrevista De la Morena. ¿Que Sergio Rico, ese portero detestable a quien es urgente “ficharle-a-Sirigu-para-sentarlo-porque-no-sabe-jugar-con-los-pies”, sale al Juventus Stadium disfrazado de superhéroe? Sampaoli es un genio al que entrevistan el As y el Marca. ¿Que Ben Yedder le mete media docena de goles de penalti al Formentera? Sampaoli es un genio al que entrevista Manu Carreño. Hombre, hombre...

La temporada, o sea, le está yendo de cine a Sampaoli, cuyo relato providencialista se ha impuesto: según se pregona en los medios nacionales, el Sevilla FC padecía entre tinieblas hasta que el Verbo (de Casilda) se hizo carne y encendió la luz. “¡Oiga! Que ha pasado la fase de grupos en Champions”. Bueno, Manolo Jiménez la pasó dos veces, encima como líder de grupo, y terminó tercero en la Liga. Resulta que a los clubes conviene más contar con entrenadores menos geniales, tal vez, pero que (títulos aparte: eso no es exigible en el Sevilla, ni siquiera en este Sevilla) no acaparen de manera tan voraz el foco de los elogios. Los tres futbolistas que de verdad valen dinero de la plantilla ya estaban antes (Sergio Rico, N’Zonzi y Vitolo) porque esta temporada el que se ha revalorizado, es Sampaoli. Que ha dispensado el flaubertiano “placer de la ilusión” pero que amenaza con dejar al personal sin tocar pelo. Y en verano, si hiciera falta, a ver quién es el guapo que equilibra el presupuesto con las ventas de Ganso o Correa.


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