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El riesgo de imitar a los bocazas

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
11/07/2017

Mi dilecto Pepe Castro y sus más estrechos colaboradores malentendieron como persecución la legítima crítica a Jorge Sampaoli que se ejerció desde este espacio, e incluso hubo algún errado, sin hache, quiso apreciar argentino-fobia donde sólo hay fascinación por la república hermana. Uno de sus próceres fue, es, Domingo Faustino Sarmiento, a quien alguien definió con acierto como “el cerebro más poderoso de América”. Forma, junto a Mitre y Avellaneda (sí, el que da nombre al barrio donde Racing e Independiente tienen su sede; a los futboleros también les gustará saber que dio la cartera de Interior a Dalmacio Vélez Sársfield), el triunvirato de presidentes históricos de la Argentina y Unamuno lo consideró entre los más grandes prosistas en español. En su libro autobiográfico “Viajes por África, Europa y América”, Sarmiento lega para el lapidario una frase magnífica: “De todas partes se vuelve menos del ridículo”, escribió, y popularizó la sentencia su lejano sucesor Perón, un militarote bastante lerdo que se llamaba Juan Domingo en su memoria.

(Por qué el presuntamente progresista Sampaoli se adscribe al peronismo, un movimiento nacido bajo la etiqueta de “fascismo criollo” que su fundador importó de la Italia de Mussolini, a quien adoraba, es un debate para otro foro, y seguramente tenga que ver con el común rechazo de los facinerosos rojos y azules a las democracias liberales: ahí tienen a Podemos votando en el europarlamento, sistemáticamente, en comandita con Mister Farage y Madame Le Pen. Uno estaría tentado de escribir que son la misma mierda pero nos limitaremos a consignar que son la misma cosa.)

“De todas partes se vuelve menos del ridículo”, o sea, dijeron Sarmiento primero y luego Perón antes de que las decisiones de los presidentes futbolísticos adquiriesen tanta relevancia, o más, que las de los padres de la patria. Uno de ellos, José Castro, siente fascinación por Argentina, o al menos por sus futbolistas y entrenadores, pero no consideró este aforismo cuando se embarcó en anunciar una renovación que no era del todo segura, por cuanto nada hay seguro en el mundo del Derecho mientras la firma de los actores no quede estampada en los contratos. Y ni aun así… Ahora, va a intentar cobrar cincuenta millones por Vitolo, lo que sería una operación extraordinaria; y si no lo consigue, cobrará treintitantos, lo que no deja ser una operación extraordinaria, aunque algo menos. Pero este artículo no va de dinero, sino de viajes sin retorno.

El Sevilla tiene un magnífico presidente, en todo caso, que sólo afea su buena gestión cuando bebe de fuentes envenenadas e imita tics repudiables.


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