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El delantero sin sex-appeal

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
23/08/2017

Wissam Ben Yedder no es un hombre con suerte y es posible que tenga mucho que ver con su falta de carisma ante la crítica más circunspecta su culo respingón, su proverbial simpatía y el compañerismo que demuestra tanto cuando juega y se muestra lúcido en el pase como cuando el protagonista es otro y siempre tiene un gesto de aliento para él. Será que sueñan en secreto con redimir al chico malote, egoísta, musculado y atormentado por el narcisismo, que así debe ser el retrato-robot de su delantero ideal. No soy aficionado al psicoanálisis, la verdad, e ignoro qué hay detrás del menosprecio al tipo que ha resuelto con dos golazos en momentos harto comprometidos la ida y la vuelta de la eliminatoria determinante de la temporada del Sevilla. Los tantos al Basaksehir, por su ejecución y por su tempestividad, llevan la firma de un futbolista de mucho peso específico.

Infrautilizado por Sampaoli la temporada pasada, Ben Yedder marcó 18 veces en 2.268 minutos, promediando un gol cada 126 minutos: en la línea del mejor Gameiro (3.575/29=123 en la campaña 2015-16) y del mejor Bacca (3.572/27=132 en el curso 2014-15). Contra el Espanyol, nuestro hombre sin suerte sufrió la absurda rotación total de Berizzo y el Sevilla dejó ir dos puntos después de que su sustituto fallase cuatro veces en posición franca. Luis Muriel, el hombre de los 20 millones, apunta a gran delantero pero un mandamiento básico del entrenador es, o debería ser, mantener en el once al tío que te ha resuelto el partido inmediatamente anterior. Ya le llegarán las oportunidades al colombiano, será por días… Eso sí, Ben Yedder carece de las características físicas necesarias para ser ariete único de apertura de espacios y pelea con los centrales. El buen técnico es aquél que optimiza los recursos de su plantilla y no debería desdeñar Berizzo, como hizo su ilustre antecesor, la posibilidad de asociar al francés con Muriel. Por su inteligencia y su capacidad para combinar, podría convertirse en un futbolista (todavía) mejor. Y tal vez así alegraría los pajarillos en los sueños de nuestros críticos más severos.


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