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El peligro de lidiar con tontos (o con listos)

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
04/11/2017

Eran los primeros noventa y el cuarteto del Peña, antes de que el Carnaval de Cádiz degenerase hasta convertirse en el festival de maniqueísmos zurdos que es en la actualidad, se atrevía a tocarle los costados al entonces, como ahora, omnímodo poder socialista en Andalucía: “Tengo una prima que toca el oboe / y otra con trabajo… desde que está en el PSOE”, cantaban aquellos inolvidables ‘Tres notas musicales’ sobre música de Schubert. El leitmotiv recurrente de ese lejano, prehistórico, febrero de 1991 era la I Guerra del Golfo pero se conoce que el ser humano ha avanzado poco en casi tres decenios. Muchos bombardeos después, a 125 kilómetros en dirección Norte por la AP-4, resulta que los primos seguimos tocando el oboe mientras que los listos, gracias al PSOE, acceden a envidiables puestos de trabajo.

De donde se desmiente la unánime opinión, entre quienes lo conocen, que señala como tontito de baba a Ramón Alarcón Rubiales, acaudalado heredero de una estirpe de oligarcas socialistas (bueno, lo de acaudalado será verdad mientras no le permitan meter sus zarpas en los negocios familiares). Al contrario, y pese a su acusada tendencia a la suspensión de pagos, recurso empresarial mediante el que ha sumido en la ruina a decenas de familias, el tipo demuestra gran habilidad para encontrar a quien le arrime unos miles de euros. Mi dilecto ingeniero Ollero hacía como se escandalizaba cuando le comenté que el Betis, ese Betis que tardará mucho en encontrar a un dirigente más capaz de que él, era la penúltima agencia de colocación del menguante poder juntero. “¡Qué barbaridad!”, aspaventaba con fingida (creo) ingenuidad…

Don Juan Carlos presidió durante aproximadamente ocho años el Club Baloncesto Sevilla y no dejó por mentirosos a los periodistas que contaron (contamos) los términos del rescate institucional que facilitaron Susana Díaz y Juan Espadas en el verano de 2015 primero y 2016, de la mano del Betis, después: le regalaban la entidad a Ángel Haro, más la añadidura de generosas ayudas públicas, en metálico y en especie, con la única condición de que mantuviese los puestos de trabajo. Por el camino, un amigo del alcalde, a quien le cuadra como el queso a los macarrones la definición de “bon à rien”, se colocaba con un salario que ni siquiera en sus más locos sueños podría haber imaginado. Otro camarada abrigado a costa del erario o de quien paga favores, pretéritos o futuros, a la Administración.

Ni siquiera el descenso deportivo de mayo rompió este pacto tácito: la línea clientelar y antiliberal de nuestros partidos (de todos) contiene la sola virtud de que, al menos, muchos ciudadanos de buena voluntad acceden a un empleo. Se trata de un peronismo revisitado. Veintitantos, en este caso, que son cinco menos ahora porque ese reputado tontito-de-baba que ni por asomo lo es, los ha fulminado. A Alarcón lo “arrecogieron” en el Real Betis Balompié quienes deben su fortuna a la amabilidad del partido de su madre y, sabedores de su proverbial inepcia, lo mandaron al baloncesto, donde iba a molestar menos que en la muy sensible división futbolera. La collera con Fernando “bon à rien” Moral es… Una tragedia para los aficionados a la canasta y un horror para quienes los soportan a diario.


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