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Orgullo meridional

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
31/12/2017

Hay mucho de sentimental en la elección del nuevo cuerpo técnico del Sevilla, o sería mejor escribir “habría”, ya que el proceso de cambio de entrenador se ha asemejado a una estruendosa ceremonia de la confusión en la que nada es fruto de la reflexión. A lo mejor, quién sabe, se trata de esos renglones torcidos con los que Dios gusta de rematar textos bien derechitos. Montella y Maresca, paisanos de la Campania, son lo que sus arrogantes compatriotas del norte llaman “meridionali” o, más despectivamente, “terroni” e incluso “atterremotati”, tal es la crueldad con la que se les recuerda la enorme actividad sísmica de su región de procedencia. Italia, que en términos históricos nació anteayer por la tarde, es un país diverso e irreconciliable en el que los sureños deben destrozar constantemente techos de cristal erigidos entre ellos y el reconocimiento público. ¿Nos va sonando?

Debería no ser casualidad, por consiguiente, la llegada al Sevilla de dos ejemplares de esta raza de luchadores criados bajo el sol del Mediterráneo, unos tipos que habrán escuchado millones de veces (en vestuarios y gradas de la Lombardía, la Liguria, la Toscana, la Emilia o el mismo Lacio, esa región bisagra construida alrededor de Roma) que sólo nacieron para ver cómo otros trabajaban y que sólo podrían deber un efímero triunfo al chispazo de genialidad, quizá casual, brotado durante una breve interrupción de la eterna molicie. Vincenzo y Enzo han llegado a un club que ha sabido despojarse del falso fulgor de la simpatía para convertirse en un rival temible y temido: de aquí se pasaportan empleados sin que tiemble el pulso siquiera a la vista de un prontuario médico aterrador, porque la única conducta admisible en el dirigente es la búsqueda sin desmayo del éxito.

VM & EM son los nuevos caudillos de una afición que se vanagloria de ser insultada en ciertos recintos del septentrión, donde los (presuntos) reproches de “yonkis” y “gitanos” son recibidos como un timbre de gloria. Mejor eso que palmeros; en la alta competición, siempre es mejor encarnar al villano dispuesto a quemar la aldea sin permitir escapar a mujeres ni niños que al huésped simpaticón deseoso de pagar una factura desorbitada si antes le han permitido contar un chiste. Sí, deberían encarnar a esa gente del Sur asilvestrada y sin códigos morales que puebla las pesadillas burguesas: “Para ganarnos, nos vais a tener que inflar a hostias”.

Pero resulta que dicen que le gusta tocar el baloncito. ¿Tiene que ver esta estúpida moda de la posesión con que Italia no vaya al Mundial?


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