El mejor vasallo, ¿tiene a un buen señor?

La tregua

Lucas Haurie 01/05/2018

“Llegaron los sarracenos / y nos molieron a palos / que Dios ayuda a los malos / cuando son más que los buenos”. Con esta sarcástica redondilla respondió un anónimo juglar a las supercherías medievales, cuando todos los ejércitos invocaban la ayuda divina. Es de suponer que cuando Rodrigo Díaz de Vivar se enroló como comandante mercenario de Al-Mutamán para derrotar en Almenar al muy cristiano Ramón Berenguer II, al que hizo prisionero, no blandiese Jerónimo de Perigord, su fiel capellán, la escultura del Cristo de las Batallas que aún se venera en la catedral de Salamanca. En el Cantar de Mío Cid, se pondera el papel de esa bellísima talla de madera policromada, aunque seguramente la mayor parte en las victorias del legendario guerrero burgalés del mérito recayese en el acero templado de la Tizona.

Como el Cid, Lorenzo Serra Ferrer ha hecho ganar al Betis bajo diversos credos. Mediados los noventa, se paseaba con Gregorio Conejo luciendo en la solapa del traje (azul Domingo de Ramos con botonadura dorada, faltaría más) una insignia del Gran Poder; e igual lo ha hecho ganar ahora, cuando cada 8 de marzo se planta (chaqueta casual sin corbata, naturalmente) un lazo mujerista, en tonalidad morado Junta. “Dios, que buen vassalo si ouiesse buen sennor”. Nada de lo que hay alrededor del club hace ganar al Betis cuando está Lorenzo Serra Ferrer, excepto… Lorenzo Serra Ferrer, ese hombre armado con una Tizona al que es necesario dejar trabajar sin interferencias ni afán de protagonismo. Don Manuel, que sigue siendo el más brillante presidente de la historia bética, lo hizo caer en desgracia y la desgracia le cayó a él. Bien haría ahora Don Haruel en escarmentar en la experiencia de su ídolo.