Se va Sampaoli y el Sevilla es cuarto

La fábrica de humo

Miguel Ángel Chazarri 20/05/2017

Sampaoli, tras la goleada a Osasuna, se va y deja al Sevilla cuarto. Espero que pague pronto. Él o la AFA. Reconozco que no me entusiasma excesivamente ese puesto. No hay nada logrado. Queda por delante una previa de Champions. Una previa traicionera a la que seguramente el Sevilla no llegará fuerte por los profundos cambios en la plantilla de cada verano. Con todo, es una meta estimable. Pese al potencial de la última década, no ha quedado muchas veces cuarto el Sevilla. Siempre he mantenido que con Sampaoli todo ha sido desmedido. No comparto que haya recibido elogios desmesurados. En Sevilla, al menos, no. En Madrid es otra cosa. Pero total, ¿qué más da lo que digan allí? Aquí, al contrario. Aquí detecté un clima generalizado enrarecido desde el minuto uno, no sé bien porqué. Nada más aterrizar, escuché de todo: que si su discurso, que si llegó con un libro debajo del brazo, que si toma mate con Lillo, que si hablaba con los medios de Madrid y no con los de aquí, que si andaba con la cabeza agachada por la ciudad deportiva, que si venía con un chamán, que si no iba a las peñas... Argumentos, como pueden comprobar, muy futboleros todos.

Peor que Sampaoli me ha parecido esta temporada el nivel de los fichajes. Para qué repasar la lista. Esa responsabilidad es compartida con Monchi. El entrenador quería toque y a mi juicio han venido futbolistas demasiado diésel, tendentes a no aguantar los rigores de la competición. Me da la impresión de que el Sevilla ha volado durante un tramo largo y ha llegado, extenuado, hasta donde ha podido. Es cierto que el Sevilla de Sampaoli no ha sido la virguería que él pregonaba, pero con todo yo sí creo que el equipo ha tenido otro aire. Para aguantarle el pulso a Madrid y Barça hasta marzo hay que hacer muchas cosas bien. Sobre todo, ganar una barbaridad. Aunque sea en el último minuto, circunstancia que por lo visto sí es válida para determinados entrenadores, señal de que se competía hasta el final, y para Sampaoli, no. Si lo hace Sampaoli, es suerte. Vaya. A Sampaoli lo penaliza la aciaga noche de Leicester, por supuesto. Más allá de detalles feos engrandecidos por la crítica, no sé muy bien dónde se pretende llegar sin delanteros de gran nivel. Y fallando dos penaltis. La eliminatoria estuvo en el Sánchez-Pizjuán, en la escasa calidad arriba para apuntillar a un rival muerto. La Champions huele la debilidad. Siempre se guarda una. Un segundo de despiste y estás en las calle. Ahí se torció todo.

Sampaoli se va y deja también un propósito de pelear con los grandes, línea que se debería seguir por si un año se despistan. No tengo claro que se mantenga esa exigencia. Veremos si se opta por una vida más cómoda, por rebajar la presión. Y no lo digo por el club, que también. Esto va también por los aficionados. Escucho a algunos que prefieren que el Sevilla compita en la Europa League y no en la Champions. Eso es como decir que dormir en una tienda de campaña es más auténtico que en el Hotel Ritz. El autoengaño como mecanismo de defensa. Y no, Sampaoli no es Jiménez. En aquellos tiempos, aun con un magnífico tercer puesto, se dilapidó un capital futbolístico extraordinario. Ahora, una plantilla a la que urge meter el bisturí ha completado una notable temporada. Eso también es por Sampaoli, que durante meses convenció a los futbolista y los hizo seguir la rueda del Barça y el Madrid. Hasta que cantó la gallina, especialmente en la delantera. Pitado por su feo adiós, se marcha Jorge Sampaoli. Se va un buen entrenador.