Del palo de los turcos al palo de Firmino

La fábrica de humo

Miguel Ángel Chazarri 13/09/2017

El Sevilla recogió en Liverpool otra señal mágica. La primera, a mi entender, fue la del palo del Basaksehir cuando se mascaba la tragedia en el Sánchez-Pizjuán. En Anfield, la segunda. Porque resulta difícil de explicar cómo es posible que haya salido vivo de Liverpool, con este grandísimo punto después de una malísima primera parte. El equipo no se creyó que iba ganando y se puso a jugar a defender, pero sin defender. Me empiezo a cansar de esa milonga de acumular centrocampistas para, se supone, ganar en equilibrio. No es tan fácil. No se trata de acumular jugadores. Todo depende de la calidad del futbolista. Y posteriormente, del orden. Era de suponer que con Pizarro, N'zonzi y Banega el equipo iba a ganar en estabilidad. Nada más lejos de la realidad. El Sevilla no contuvo en ningún momento a los dinámicos atacantes del Liverpool, como tampoco lo hizo con los dinámicos mediapuntas del Basaksehir. Quiero decir que o Berizzo ajusta a estos tres jugadores o claramente sobra uno. No hace falta decir quién es. El Liverpool pudo apuntillar el partido, penalti al palo incluido, y se fue al descanso pensando, quizás, que la noche sería tranquila. En Basilea debió aprender que no conviene llegar a tal conclusión con el Sevilla, pues es de sobra conocido que para liquidarlo hay que enterrarlo a varios metros bajo tierra y tirar la llave al mar.

Poco a poco, el partido se fue equilibrando. En la segunda mitad el Liverpool dejó de inquietar. Correa controló de forma extraña y definió perfectamente. Con el 2-2, cualquier cosa pudo pasar. Regresa el Sevilla con un muy buen resultado pero se trae también preocupaciones. El dúo Mercado-Pareja es una invitación al ataque del rival, Banega pasó por el partido extrañamente desconectado, Kjaer no se termina de encontrar cómodo en el perfil izquierdo, Berizzo, que no me está pareciendo ni Bielsa ni mucho menos ofensivo, tarda una barbaridad en los cambios... Pero empató, sí. Y pudo hasta ganar si la enorme sensación de peligro que sigue ofreciendo Muriel se hubiera convertido en gol. Hombre, seamos justos. Con este puntito, va en moto.