muchodeporte.com : Rafael Pineda

La encrucijada de José Castro

Zona mixta
Rafael Pineda
Rafael Pineda
23/04/2018

"Si nos metemos en Europa la temporada será buena". No puedo estar más de acuerdo con la afirmación de Óscar Arias, director deportivo del Sevilla. Una temporada en la que se alcanzan los cuartos de la Champions, la final de la Copa y se rescata un puesto europeo no solo es buena. Yo diría que hasta magnífica. Incluso si el Sevilla quedara octavo o noveno habría que valorar los méritos de un ejercicio donde el equipo, a pesar de los indudables errores que se han cometido en la planificación, ha peleado por encima de sus posibilidades en la máxima competición del mundo. Puedo entender el desánimo de la afición por la dura derrota en la Copa, pero odio el populismo y el análisis facilón. Pensar con frialdad cuesta a veces. Y, sobre todo, permanecer ajeno a las virtudes del rival, un Barcelona que estuvo a un nivel estratosférico. El Sevilla fue un trapo. Correcto. Pero enfrente tuvo una maquinaria que rayó la perfección. Sin dejar de analizar los errores propios, conviene también entender las virtudes de un contrincante donde se alinearon Messi e Iniesta.

El sevillismo, como la sociedad en general, no se contenta con nada. Es bueno exigir, pero elevar la exigencia a los altares hasta el punto de distorsionar la realidad provoca frustraciones evidentes. Es lógico el enfado. Es estúpido el sentimiento de que el mundo se acaba. Se perdió, sí, pero se perdió en una final que para muchos fue un espectáculo de lo más agradable. Menuda fiesta se pegó el sevillismo en Madrid. Para ganar finales también hay que perderlas. La papeleta la tiene ahora encima de la mesa el presidente Castro. La cuestión es evidente. Nadie sabe si sustituir a Montella por Joaquín Caparrós va a garantizar que el Sevilla alcance un puesto europeo. Lo que sí digo es que el actual estado físico y mental del equipo hace que sea muy complicado lograr este objetivo. Ahí reside la encrucijada del presidente. Bendita encrucijada, por cierto, destituir a un técnico después de alcanzar los cuartos de la Champions y la final de la Copa para lograr un puesto europeo. Montella es como es. Piensa como si fuera un jugador, apostó por los torneos de eliminatorias, donde el Sevilla ha cuajado partidos sensacionales, y ha sido incapaz de mantener el ritmo en la Liga. Y ya ha quedado escrito que eso era imposible. Primero porque el Sevilla no se puede estirar como un chicle y en segundo lugar porque el italiano no supo o no quiso contar con todos los elementos de su plantilla, con evidentes problemas de planificación para la exigencia de una temporada en la máxima élite. Lejos de la histeria y de las cloacas de las redes sociales, el presidente debe reflexionar con frialdad, sin dejarse llevar por unos cantos de sirena que emanan de mares interesados. Si cree en Montella, adelante. Si cree en Arias, adelante. Eso sí, desde ya, el trabajo para mejorar la plantilla y regenerar la entidad en algunos aspectos básicos (cantera, por ejemplo) se hace indispensable. El objetivo es convertir lo que ha sido un pequeño milagro de temporada en un nuevo proyecto de un Sevilla consistente, grande y con renovación en algunas estructuras básicas de la entidad.             


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