Puerta grande o enfermería

Me levanto y me voy

Víctor Fernández 14/08/2017

Vuelvo sólo un instante a Sampaoli, porque estamos acostumbrados a que la fugacidad del tiempo borre la causa y el efecto del pasado más reciente. Sin atacar la pasión por el argentino de Miguel Ángel Chazarri, mi compañero de aquí la al lado, el de la 'Fábrica de humo', el Sevilla tendrá que arreglar en las próximas horas el egocentrismo, la ingratitud y el individualismo del técnico argentino que decidió tirar por la borda el tramo final de la competición. Su labor en la Liga fue tan espléndida como criticable fue que se dedicara a elaborar la lista de su selección mientras enterraba por la cara la amplia diferencia que él había logrado sacarle al Atlético de Madrid. Aquella dejadez obligará al Sevilla ahora a jugarse la fuerza de una temporada en dos partidos. La Liga de Campeones te cambia la vida, genera ilusión y su dinero facilitaría, entre otras cosas, el fichaje de Bacca y la opción económica de reforzar el filial, que ha quedado cogido por alfileres.

Mientras la ciudad anda hacinada en las playas, echando todo el medio día con una cerveza caliente y abrasados por el sol, creyendo que son partícipes de un privilegio, el Sevilla volverá a cumplir con ese papel que le otorgué hace tiempo de ser la empresa más atractiva del lugar. No es una opinión, es la realidad. Porque es el propio Sevilla y sus aficionados los que han gestado su ambición, su alto nivel de exigencia, sus enormes ganas de no conformarse con nada. Esa actitud y ese respeto al trabajo genera grandeza, pero también obliga a vivir sobre el precipicio hasta el punto de que quedar cuarto genera sinsabores. El club decidió hace tiempo huir del victimismo y de la famosa zona de confort de la que habla ahora 'la idiocia' para alentar al pueblo a hacer cosas distintas. Esa ambición tiene un riesgo que mi colega Isaac Escalera define a través de su corazón de matador de toros: Puerta grande o enfermería. Estambul espera.