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José Manuel Sierra, de David a Goliat

Lucas Haurie
Lucas Haurie
01/06/2018
El guardameta onubense José Manuel Sierra vuelve a Francia después de...”

En el balonmano húngaro, como puede pasar en España o en Europa, suele haber una equipo hegemónico y hay el resto, equipos que apenas aspiran a hacer sombra a los gigantes y sorprenderlos, si cabe. Los motivos dinerarios, claro, diferencian a los grandes y los pequeños. Pero, como en el mito hebreo, David puede vencer a Goliat, pese a las dificultades. Y el portero onubense José Manuel Sierra ha vivido esta temporada en la liga de Hungría, una de las potencias mundiales en el deporte, una de esas hazañas bíblicas al imponerse con su humilde equipo, el Pick Szeged, al todopoderoso Veszprem.

El meta nacido en Moguer se ha despedido de tierras magiares tras cuatro temporadas, desquitándose además ganando el título nacional después de una década de dominio rival. Pese a sus 40 años, Sierra seguirá jugando la próxima campaña en Francia, en el Saran Loiret, en lo que será su regreso a la liga gala tras su paso por el Paris Saint Germain. Entonces sí fue más Goliat que David, al igual que durante su periodo en el Barcelona, con el que ganó cuatro Ligas y cuatro Copas de Europa.

Su protagonismo en esas alturas fue relativo, quizá por eso el portero onubense siempre recuerde con mayor júbilo los títulos logrados con equipos humildes, como los ganados con el Valladolid, club en el que militó 13 campañas tras su marcha del Barça, y su breve estancia intermedia en Ciudad Real, con el que ganó la Liga Asobal. En Pucela no pudo toser a los azulgrana en la Liga, pero sí conquistó dos Copas del Rey y una Recopa, la guinda a un proyecto ambicioso frustrado con la crisis económica. Ésa fue el origen de una masiva emigración del talento nacional. Ahí estaba Sierra.

No supuso un mal trance para el de Moguer. Su militancia en el PSG, construido con petrodólares, se saldó con un par de títulos nacionales, escaso botín para un proyecto de tal envergadura, y sucumbieron en Europa a imagen y semejanza de su equipo de fútbol.

Tampoco fue un varapalo su marcha a Hungría, a la desconocida localidad de Szeged, donde nació el mítico Lazlo Nagy, y adonde se lo llevó el técnico español Juan Carlos Pastor, quien lo hizo debutar con la selección española en los Juegos del Mediterráneo de 2005 celebrados en Almería, donde se colgó la medalla de oro.

Ése fue el inicio de una brillante trayectoria en el España, con más de un centenar de internacionalidades y con el que se proclamó campeón del Mundo en 2013, además de lograr un metal de bronce en el Europeo de 2014. 

Un título que lo marcó particularmente fue la Medalla de Andalucía en 2013, además de los homenajes en Moguer y en el colegio donde comenzó a jugar al balonmano con ocho años, el Pedro Alonso Niño. Con 18 años, estaba debutando en la División de Honor con el Barcelona.

Sierra es humilde y ha preferido ser David a Goliat, aunque en los lances del balonmano uno no sabe bien quién es quién en cada jugada. Del gigantismo del guardameta en la portería a su enanismo sólo depende la posición en la cancha. Los porteros están hechos de otra pasta. En ellos confluye el don de reflejo. La caza de la mosca a palillos es un divertimento para un cancerbero, un jugador tan decisivo para lo bueno y lo malo. En la final de la Recopa de 2009, Sierra fue nombrado el mejor jugador. Allí fue el gigante.

Al moguereño, con todo, le queda la espina de la Copa de Europa, a cuyo título se quedó cerca en su estreno en Valladolid. Con los pucelanos alcanzó las semifinales en 2007, pero un penalti fallado con el tiempo cumplido los privó de su primera final continental.

Aunque la deuda de este deporte con Sierra está en los Juegos Olímpicos. Sus inoportunas lesiones, junto a la sorpresiva eliminación en la previa a los de Río de Janeiro, lo han hecho perderse el torneo por antonomasia. A sus 40 años, sin embargo, Sierra tiene carrete para seguir al máximo nivel en su regreso a Francia y carrete suficiente para entrar en la lista para de los Juegos de Tokio 2020.