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La suerte es Adán

Antonio Félix
Antonio Félix
19/04/2018

Queda feo ponerse medallas. Pero lo advertimos. Las cosas le iban tan bien al Betis que algo le pasaría. Más concretamente, y obedeciendo a su proverbial sadismo, que algo se haría. Y, efectivamente, Adán se operó y se borró del final de la temporada. Porque él lo quiso y contra el criterio del club, que habría de jugarse su golosa clasificación europea, con el Sevilla de cola, con el inédito Dani Giménez y sin su gran capitán. He ahí, sin embargo, que el Betis ganó los dos partidos siguientes sin encajar un solo gol, lo cual condujo a la regocijante conclusión de que el club había gestionado estupendamente su inevitable y endógena crisis. Discrepo. Lo que hizo el Betis fue envainársela con un futbolista que puso sus santas puñetas por encima del interés del equipo, al contrario de como había hecho hasta ahora, a todas luces empitonado por la tacañería del club en su renovación y el fichaje de un presunto titular como Pau López. El mensaje con Adán a la plantilla fue el siguiente: aquí se hace lo que ustedes quieran. ¿Es eso una buena gestión? No. Sólo fue una gestión afortunada.

Así que ya hemos nombrado a la bicha: otra vez la suerte. Entiendo que su sola mención encabrite al personal. Pero allá cada cual. Hacer un montón de cosas bien esta temporada no le habría valido a un equipito como este Betis para alcanzar Europa. Si lo va a lograr es gracias a toneladas de fortuna, especialmente en este tramo final, donde gana con hilarante naturalidad partidos que no merece. Esto no se dice con ganas de jarana. Al contrario, invoco a una seria reflexión. La suerte es un elemento que conviene atender y aprovechar. El Sevilla supo construir un acorazado sobre una inmensa fortuna: Palop, Mbia, Emery… El Betis desatendió la suya en el pasado, considerándola natural, desposeyéndola de su genuina fugacidad. Fue un perverso error que no debería repetir. Hay que reconocer tanto la suerte que uno goza como el infortunio cuando asola, que de éste si nos acordamos todos y a todas horas.

No es exagerado decir que la fortuna del Betis cambió con la llegada de Antonio Adán. Hay que recordar de dónde se venía, ni más ni menos que de Andersen y Sara, la pareja de porteros más lamentable que estos ojos han visto. Que el primero fuera titular en su selección remitía directamente a aquello que Shakespeare clamaba en Hamlet: “Algo huele a podrido en Dinamarca”. Entre una serie de catastróficas desdichas Andersen, al menos, dejó para la posteridad la respuesta más desternillante que uno ha escuchado. Su entrenador del Evian le llamó a la oficina para explicarle por qué iba a perder la titularidad. Le dio un papelito con una estadística: de los últimos once tiros le habían marcado ocho goles. Fue un gesto diplomático en lugar de decirle directamente que no paraba ni por equivocación.

-Ya, pero es que yo no soy Supermán; mire usted al resto del equipo, replicó el danés. Por supuesto, no volvió a jugar. Y el Betis le fichó.

Tal vez conocedor de cómo se las gastaba Andersen en el cuerpo a cuerpo, Pepe Mel no le dio ninguna razón para relevarle por Guille Sara, con el que intentó un acuerdo de mínimos, un poco al estilo Di Stéfano: “No le exijo que pare las que van dentro, pero al menos no se meta las que van fuera”. Pues ni eso.

Y ahí entró Adán. Llegó cargado de sospechas tras su devaneo mourinhista por el Madrid y el descalabro en Italia con el Cagliari. Pero en dos tardes despejó cualquier duda. El Betis, al fin, había encontrado a todo un señor portero. Es exacto decir que el Betis descendió aquel año pese a Adán. Y también que esa desgracia trajo un gran descubrimiento, pues advirtió que, además de un porterazo, iba a obtener también a un líder. Adán declinó estupendas ofertas para continuar en Segunda y acelerar el ascenso.

No merece detenerse en detalles desde entonces. Adán, simplemente, ha ofrecido un rendimiento espectacular. Parecía que el Betis tenía portero para una década. Sin embargo, esta temporada, se le vino haciendo mala sangre. Una cosa rara. Los chismes, algunos alentados por el propio club, comenzaron a rular: que si era un chulo, que en realidad era menos inteligente que un tornillo, que su ejemplaridad dejaba mucho que desear… El mismo Adán se hizo algún favor flaco al respecto, como el día que celebró la manita al Sevilla cantando que su novia era una puta. En fin, la gente comenzó a plantearse al Adán fuera del campo, a pesar de que dentro mantenía su tono inmaculado. Una cuestión muy antigua que debió quedar resuelta desde que Cruyff dijo aquello para disculpar un juergón de Romario: “Si no sale, no marca”. Luego vino su epílogo portentoso en Getafe y su mutis por el foro ante el mutis mayor del club. ¿Buena gestión de crisis? El Betis ha hecho muchas cosas fantásticas este año, la principal, la estupenda fórmula que suele ser en el fútbol mezclar agua con aceite, Setién y Serra. Ahora toca mantenerlas, cuidarlas. Mirando sólo un poco atrás, o incluso al vecino de al lado, el Betis debería entender la trascendencia, y la dificultad, de encontrar a un buen portero. Hay quien dice que es la mitad de un equipo, y en casos como el del Atlético de Madrid hasta más. En esta feliz etapa de fortuna, los regentes pueden caer en la tentación de creerse más importantes que los futbolistas. No lo son. También de considerar que la suerte les sonreirá siempre, sin entender que la suerte siempre sonríe más con jugadores como Adán.