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Tal vez sea mejor así

Juan Miguel Vega
Juan Miguel Vega
22/04/2018

Les voy a confesar una cosa; y créanme que lo hago con extrema pesadumbre: el título de este artículo llevaba escrito desde bastante antes de que se jugara la final contra el Barcelona. Como muchos de ustedes, yo también intuía lo que iba a pasar. Cualquiera que se haya tomado la molestia de leer los artículos que vengo firmando en este medio lo sabe. Sí, se veía venir una debacle como la acontecida el sábado en el Metropolitano. Quienes han definido como histórica la temporada del Sevilla ahora tienen verdaderos motivos para hacerlo. Jamás en su historia el equipo de Nervión había recibido tantas manitas. En cuanto al resultado de la final, para encontrar uno igual hay que remontarse al remoto año de 1915; el río Guadalquivir todavía fluía entonces por los terrenos donde hoy se asienta la recién terminada Feria de Abril, de tan triste recuerdo para el sevillismo. Mas ya habrá tiempo de reparar en lo histórico de esta temporada. Ahora lo que se debe analizar es el delicado momento presente. Mi humilde recomendación al respecto es mantener la cabeza fría y actuar con templanza y contundencia. Porque la situación requiere no volverse locos y perder la cabeza propiciando una crisis que descabece el club. No, Pepe Castro debe seguir. Es lógico que pidan su cabeza; incluso que algún desesperado reclame el retorno de Del Nido, cosa que en ningún caso y por muchos motivos, entre ellos la dignidad de la propia institución, debería ocurrir. El Sevilla necesita cabeza fría y decisión. Lo inmediato es pensar ya en el año que viene. Ya, no cuando acabe la temporada. Ahora. El Sevilla tiene que armar un nuevo proyecto y para ello necesita alguien de verdaderas garantías. Óscar Arias ha demostrado que no sirve. Y conste que en Óscar Arias confiábamos todos. Así que no fue sólo un error de Pepe Castro o de Monchi, que nos lo dejó en herencia. Reconocido ese error colectivo, lo más inmediato debe ser prescindir del señor Arias visto el nefasto resultado de su trabajo. Un trabajo del que forma parte la contratación como entrenadores del destituido Berizzo y del actual, Vicenzo Montella, que ha empeorado ostensiblemente lo hecho por el primero. Berizzo dejó al Sevilla con opciones de Champions y Montella lo tiene casi fuera de la Europa League. Obvio es que el técnico transalpino debería ser inmediatamente devuelto a la sombra del Vesubio, de donde tal vez jamás debió venir. Y Maresca debe irse con él. Alguno dirá: vale y ¿qué hacemos entones teniendo como tenemos cinco partidos por delante en los que nos jugamos la vida? Bien, nos jugamos la vida, aunque no sé si merece la pena hacerlo para quedar el séptimo y tener que afrontar tres rondas antes de jugar la Europa League el año que viene. Supongamos de todos modos que sí, que merece la pena. Pues, como con Montella no está nada claro que eso se pueda conseguir, y a las pruebas cabe remitirse, se hace preciso contar con un entrenador que inocule sangre en las gónadas de esta plantilla de castratti de voz atiplada y fino estilismo de mentira; que prescinda de varios de los estafadores deportivos que en ella se hacen pasar por futbolistas y devuelva al juego del equipo la dignidad exigida por el escudo y la camiseta. Creo que el hombre más adecuado para esa misión es Joaquín Caparrós. Sólo para estos cinco partidos, conste. No creo que sea el entrenador para un proyecto potente, pero sí puede ser el revulsivo que ahora hace falta. El otro día escribió un tuit que debió haberse ahorrado (todo un alarde de ojana barata) elogiando este proyecto fracasado, pero su futuro está sin duda en el Sevilla como, digamos, director espiritual. Arréglese pues el desaguisado presente, aunque pensando ya en el año que viene. Y hágase sin miramientos. Los sevillistas están indignados con razón. Lo del sábado fue duro, muy duro, extremadamente duro, excesivamente duro, pero tal vez sea mejor así. Sin contemplaciones sin subterfugios. Que se vea de una vez lo mal que se han hecho las cosas, para que pueda arreglarse de verdad y esta vergüenza no se vuelva a repetir.