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Caparrós, Nostradamus

Juan Miguel Vega
Juan Miguel Vega
12/06/2018

 

Cual echadores de cartas de la tele o astrólogos del Medievo, anda la grey periodística tratando de interpretar los últimos mensajes emitidos por el gurú de Utrera, Caparrós Camino, que aunque simples en apariencia, siempre dan la impresión de ocultar su verdadero sentido tras un código cifrado. Se asegura que detrás de cada palabra de J.C. yace encerrado un enigma en clave; un secreto escondido; un sorpresa tipo ‘huevo-kinder’ que puede deparar cualquier cosa. Sin duda, el gurú es un gran malabarista del gesto y la dialéctica. Nos ha cogido el punto y las vueltas a casi todos, qué quieren que les diga. Quienes se empeñan en hallar la verdad oculta en cuanto dice no terminan sin embargo de ponerse de acuerdo ni de alcanzar un grado mínimo de consenso al respecto. Cada cual cree oír una cosa distinta, aunque todos aseguran haber accedido a la verdad revelada. Esta circunstancia lleva a mi escepticismo patológico a maliciarse de que este animoso ejercicio de hermenéutica caparrosiana no consista tanto en descifrar jeroglíficos cuanto en adecuar la apariencia de estos a una idea preconcebida. De ahí que cada cual diga no qué le parece lo que dice el gurú, sino lo que ya le parecía antes de que hablara. Total, para cuando se descubra el pastel, a ver quién se acuerda. Deberíamos, por eso, reconocer con humildad que en el presente momento procesal de negociaciones y regateos se puede ser cualquier cosa menos elocuente, de ahí que resulte harto complicado acceder a las verdades últimas de determinados cuentos, verbigracia el del alfajor, en base a palabras que pueden significar en un momento dado una cosa y la contraria. En este sentido, Caparrós entraña un caso curioso. Suele dar la impresión de ser claro. Muy claro. Clarito. Pero la suya es una claridad que ciega y confunde. Sin duda es un maestro a la hora de saber dirigir el foco, de situar el centro de interés donde más le conviene a él y también al proyecto en el que trabaja, porque además estoy seguro de que el tipo es honrado. Esta capacidad de Caparrós de teledirigir las mentes no hace sino incrementar mi fascinación por el personaje. Sin duda es un tipo carismático, de los que no abundan en el océano de mediocridades de la sociedad actual. Su único problema es el de siempre. Ser de aquí. Con lo que eso devalúa. Si fuera de alguno de esos sitios del Estado donde la caridad empieza por uno mismo seguro que hasta nosotros le daríamos otra consideración. Han tardado, cierto, en llegarle los reconocimientos y tal vez lo hayan hecho regular, pero al menos le han llegado. Habrá que darse pues con canto en los dientes. Y dado que empezamos hablando de cábalas y quiromancia, yo quisiera terminar haciendo mi particular profecía: ‘Habrá de pasar el tiempo, sucederse las generaciones, y todavía se seguirá hablando del Nostradamus de Utrera, Don Joaquín Caparrós’. Vale.