Pensar en grande

Vía de Escape

Me están tirando de la lengua sin posiblemente pretenderlo mi compañero y estimado amigo Antonio Félix, el simpar Lucas Haurie y algún que otro colega capitalino al que le hace gracia inicialmente que el Sevilla, ni que decir tiene que el Alavés y el Espanyol, estén en la parte alta de la clasificación, pero que en realidad sólo busca un par de programas chisposos por Sevilla pero luego festejar el triunfo del Barcelona y sobre todo el del Madrid. Félix y Haurie no entran en el saco de los que anhelan las victorias de los gigantes, pero sí en el de ese pragmatismo que aventaja sólo en un par de cuerpos a la derrota.

Bilardo, tan didáctico en algunas de sus charlas, nos decía al entonces periodismo joven, que en su país, los principales periódicos deportivos se ponían de los nervios cuando Boca y River no se peleaban en las alturas, porque eso es lo que les daba plata (dinero). 

Mi introducción profundiza en lo obvio cuando repito por enésima vez que nadie obliga a un club como el Sevilla a ganar la Liga, por supuesto que no. Y que si alguien, en la sana lucha por el objetivo mayor, se siente frustrado cuando no pasa, pues ha entendido poco, casi nada. Y digo que me están tirando de la lengua porque no quiero destripar antes de tiempo algún episodio de la historia reciente del Sevilla que acabó con un tercer puesto de Liga, por detrás de Madrid y Barcelona, muy cerquita de ellos. Algún día, muy pronto, analizaremos ese hecho y compartiremos reflexiones muy interesantes y muy actualizables. Déjenme que mantenga la incógnita, pero anoten el aviso. 

Y regreso al presente. El Sevilla, décima jornada, tercero, a dos puntos del líder Barcelona, con el que ya ha jugado en el Camp Nou, con el Real Madrid a cinco puntos después de meterle tres en el Sánchez-Pizjuán, y añado algo muy importante, muy poco ensalzado por el propio Sevilla, siendo este club el sexto de la clasificación de la UEFA por coeficiente, tiene la obligación de creer en sí mismo, y articular todas las herramientas, deportivas y emocionales, para semana a semana ir creyendo más y más en que se puede. Seguro que pasarán cosas, posiblemente peores que las que ahora celebran los sevillistas (triunfos y goles), pero lo único posible es pelear y que los demás sepan que peleas. No es una cuestión de prepotencia, el que lo entienda así, otro equivocado, es de poner en valor lo que en estos momentos representa el Sevilla.

Ningún iluminado que anda con la 'pedrada' de la Liga, yo al menos, tiene un ático en Babia. Sabemos, hablo por mí especialmente, que la Liga normalmente acaba como todos conocemos, pero es mutilante pensar que un equipo que en la suma de sus clasificaciones europeas de los últimos cinco años supera al PSG, y sólo está por detrás de Madrid, Barcelona, Atlético, Bayern y Juventus de Turín, no tenga derecho a soñar y sobre todo la obligación de ponerse un reto de grandeza para seguir creciendo en el camino mientras llega la oportunidad soñada, como la de Mallorca. Esta reflexión incluye al club, desde Castro y Caparrós al utillero. En el mercado de enero, si todo sigue por este camino, y si no, pues más todavía, la pareja de Utrera tiene que mejorar y mucho el plantel, aumentar las posibilidades de éxito como si no hubiera mañana. Hay que estar preparados para cuando se presente la ocasión, para que nada se parezca a las vísperas del encuentro en Mallorca de hace más de una década. Hay que darle cuerda a la cometa, con los pies en el suelo, pero mirando al cielo. El éxito no lo trae nunca la exigencia impuesta, lo firma la autoexigencia. Y el Sevilla tiene que dejar de decir que su clasificación es anecdótica. ¿Cómo va a ser anecdótico que un pentacampeón europeo y sexto equipo UEFA pueda estar arriba con decencia? Y si luego son mejores otros, como es probable, pues a seguir trabajando para que el futuro sea mejor, siempre mejor. Y escribo de sueños ligueros antes de debutar en Copa, otro lugar donde hacerse grande, como ya sí sabe perfectamente el Sevilla. Pues, más de lo mismo.