La pandemia lo ha logrado

Vía de Escape

Paco Cepeda 28/04/2020

No sé si el mundo va a ser diferente, no tengo ni idea, pero sí sé que dentro de mí pasan cosas distintas. Por respeto, mucho respeto, por cariño, porque le debo algunas de las pocas cosas que aprendí, me he callado más de una vez ante alusiones directas de algún compañero de otra tribuna. Ya mil veces conté hasta cien, supongo que como otros, para no darle tres cuartos al pregonero. También me frené por cierto miedo, y porque un día me dijo otro compañero que me enseñó cien mil veces más que perro no come carne de perro. Lo siento, compañero, amigo, lo mismo no merece la pena, pero te voy a defraudar. Le voy a contestar a quien le debo respeto y me apeteció darle cariño en su momento, y le quiero, necesito, contestarle porque me siento aludido y porque me da la gana. Y si de aquí vamos a más, pues a más iremos. Tengo el resto de mis días para seguir contestándole si es que me apetece y lo veo necesario. Y si no lo veo, pues no lo haré, pero no será sin duda por miedo a su ingenio, a su probada capacidad de herir ni a nada que se le parezca a una especie de miedo reverencial. Me importa muy poco que sepa más y que escriba infinitamente mejor, si quieres más, habrá más, sin problemas. Esto va en concreto por Luis Carlos Peris.

Hace días, yo, Francisco José Rodríguez Cepeda, periodista deportivo, sevillista si me lo pregunta alguna de mis hijas, pero profesional al servicio de mi empresa y de mi conciencia, además en orden inverso, escribió que el Betis, como gran perjudicado, una vez conocida la sentencia de primera instancia de la Audiencia de Navarra, debería abrir causa nueva pidiendo daños y perjuicios. Y para el maestro Peris, calentador mayor del reino, eso es de malintencionado y de insidioso. Sus coqueteos pasados con el poder no se los voy a afear, lo mismo yo soy igual o peor, ojalá que no. Pero ya no voy a parar en el futuro, porque definitivamente creo que esa manera de actuar que tiene es la de ganarse los favores a costa del ataque cada día menos sibilino a los que criticamos a sus nuevos mandarines. Ya se acabó, maestro, se acabó y no me voy a callar por nada. Sepa que a raíz de este artículo me da igual el ninguneo o el ataque, pero ya no habrá silencio ante su petición cada día menos velada de que sus actuales mandarines le hagan daño a los que no pensamos como ellos. Eso se acabó.