Picotazo muy poco bético

Vía de Escape

El bético es muy del Betis, mucho. Sin embargo, siempre defiendo que no es la fidelidad la principal virtud de esta entidad y de sus gentes, porque fieles son todos los aficionados de verdad de un club. Lo singular del Betis, de los béticos, es una magia que no hace falta ni explicar, desde mi punto de vista mal canalizada por sus sucesivos gobernantes, que no han sabido transformar esa energía en triunfos más regularizados. 

El Betis de arriba, el de los despachos, hoy, ha tomado su decisión sobre la devolución de los abonos. Como todos los equipos, todos, sabiendo que el dinero hay que devolverlo, quieren sacar de la caja lo mínimo y a la vez fidelizar al socio para el incierto futuro. Ni medio problema en eso, pero ni medio. La palabra donación la eliminaría, pero es un matiz. No tengo nada ni malo ni bueno que decir, porque entre otras cosas pone por delante que se devuelve en metálico la tela para quien la quiera. Pero aquí viene el problema inesperado.

Lo que es una torpeza que no sé cómo calificar, porque si la califico no sale la palabra torpeza, es la explicación del señor Alarcón al respecto de la cantidad a devolver. No es mi amigo, no, pero si fuera mi hermano del alma calificaría su explicación incluso de forma grosera, que me lo voy a ahorrar porque en estos tiempos me crispa la crispación, pese a que lógicamente me dedico a la crítica. Que conste que lo mismo Alarcón no es más que el portavoz de la medida y sólo la asume porque donde hay patrón no manda marinero. Como no lo sé, no cargo tintas contra nadie, sólo contra la decisión: "Lo primero que hemos hecho ha sido definir la cantidad. Qué cantidad hay que devolver o qué cantidad es el crédito que no le hemos ofrecido a los béticos que han pagado. El abono tiene dos derechos, uno el de la asistencia a los partidos, que en este caso son cinco partidos de clase B. Los de clase A son el Madrid, el Barcelona y el Sevilla. Si haces una media ponderada de tres veces estos partidos de clase A respecto a los de clase B da que la cantidad a devolver es del 20%. Eso es matemática pura. Luego, hay otros derechos, como el de guardar la antigüedad o el sitio, la capacidad de comprar entradas de promoción, la capacidad de tener acceso al cupo de entradas como visitante, el préstamo a un amigo, la mejora o la cesión del abono al club”.

Son sus palabras textuales, las que tratan de justificar que la devolución de un 26.31% se reduzca a un 20%, un tijeretazo de un 6.31% por una matemática sin magia bética ninguna que obedece exclusivamente a algo incomprensible en derecho y en imagen, más en lo segundo que en lo primero. Porque cuando uno compra un abono para una serie de espectáculos, por cierto, por adelantado, compra eso, una unidad, por eso lo compra, y el precio final es la suma de todos los espectáculos menos un descuento, precisamente por la compra del todo y por el pago por adelantado. Si al final los espectáculos no se pueden celebrar, o no me dejan verlos, pues la cantidad a devolver es la total, dividida por el número de espectáculos y multiplicada por los que quedan por ofrecer. Esa es la matemática pura, la otra es imaginativa, por llamarlo de la forma suave que ahora me pide el cuerpo. Porque todo lo ganado en imagen con el no ERTE, con el acuerdo rápido y eficaz con jugadores y empleados, si al final lo pagan en parte los béticos con este pellizco, los elogios, los que se llevaron en su momento algunos, los tendrían que devolver para dárselos a los de casi siempre, a los señores béticos y a los béticos señores. Y no sirve la excusa de que si se libera el carné para la venta de la entrada un día de Barcelona te devuelven más que si es un día de Eibar. Eso es un acuerdo voluntario, una fragmentación voluntaria de un abono y por tanto el precio lo fijan las partes, pero aquí es como las lentejas, las tomas o las dejas, de forma absolutamente unilateral. No cuela.