muchodeporte.com : Javier González-Cotta

La 'Europlasta' femenina

Esplendor en la Hierba
Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
01/07/2022

Si usted muestra rechazo o simple e inofensivo desinterés hacia el fútbol femenino, entonces puede ponerse el chubasquero. Aguante chuzos de punta. Le dirán que usted es retrógrado, ultramontano, rancio, machista, cavernícola, casposo, patriarcal, fascista, machirulo, insolidario, heterosexista, cavernario, regresivo, chuloputas, reaccionario, talibán, acosador solapado, antigualla... La lista de títulos nobiliarios daría para cubrir sin esfuerzo tres cuartos de la presente pieza, lo que nos vendría estupendamente como corta y pega, pues somos “trabajadores fatigables”, como le gustaba decir al columnista y maestro Manuel Alcántara.

Dentro de unos días se celebrará la Eurocopa femenina en Inglaterra. Si usted no lo sabe es porque vive en modo zen. La cuenta atrás del evento viene precedida por la habitual matraca informativa de las sucursales afines en radio y televisión (la tele de Sánchez y la tele de Juanma apenas si se diferencian en cuanto al fomento del suflé del fútbol femenino).

El seleccionador Jorge Vilda ha dado ya la lista de jugadoras convocadas, todas ellas mundialmente desconocidas para el reaccionario que nos habita. El efecto matraca sólo nos ha hecho aprendernos algunos nombres a la fuerza, como el de Alexia Putellas o el de la lesionada “a medias” Jenni Hermoso. Se dice en algunos mentideros que han castigado a la goleadora Jenni sin Eurocopa (su lesión podría haber sanado a tiempo a partir del segundo o tercer partido de competición). Al parecer la jugadora, con bagaje y experiencia en todo sentido, se habría opuesto a la farsa de la igualdad económica entre fútbol masculino y femenino que hace nada vendió la Federación del avieso Rubiales como “histórico acuerdo” de primas y derechos de imagen (pero no sobre dietas, un asunto clave).

Hay que aceptar por supuesto la igualdad en derechos laborales para las peloteras, pero a sabiendas de la desigualdad del espectáculo deportivo que ofrecen respecto a los hombres peloteros. Un detalle no menor ni pueril. Por señalar este delicado matiz estamos seguros que nos concederán varios títulos nobiliarios de los arriba citados.

La selección española de féminas jugará este viernes en la localidad transalpina de Castel di Sangro un amistoso contra Italia. Será el último partido de preparación antes del debut de España en la Eurocopa contra el nuevo amigo pegajoso de la OTAN: Finlandia. Será a las seis de la tarde, una hora en la que se nos ocurre hacer cualquier cosa, incluso aburrirnos con soberana potestad, antes que emplazarnos a ver este partido. Vimos en el telediario un resumen del 7-0 que España le endosó a Australia en otro amistoso anterior. Nos pareció ver que la mayoría de los goles obedecieron a una especie de ejercicio entre parodia de fútbol y suelta de globos con fines benéficos, con esos angelicales tiros medio bombeados y ejecutados desde fuera del área. Casi todos ellos le pillaron a la cancerbera australiana fuera de sitio, a varios metros de la raya de gol, lo que desvirtuó todo logro, pese a que el comentarista habló poco menos que de festival de “golazos”.

Vayamos al grano (o vayamos directos al martirio, tanto monta). No nos gusta el fútbol femenino porque, como forma estética conjunta, adolece de vigor físico, potencia y velocidad, lo que lastra todo mérito técnico. A partir de aquí, nos pueden soltar el bonito madrigal ya conocido en las manifestaciones del 8-M radical: “Macho muerto, abono para mi huerto”. No hablamos del fútbol masculino en términos de elogio machorro (virilidad soez, testosterona bruta, fiesta eyaculadora). Hablamos, simple y llanamente, de una forma estética de entender la práctica del fútbol, sin adulteraciones a la baja (por igualación de género) ni al alza (por sobreexcitación muscular). Esto es, el fútbol como perfecta conjunción entre técnica virtuosa y cualidad atlética, potente y vigorosa, donde no se renuncia al primor de los detalles ajenos a la fuerza bruta (un caño, un excelso control de balón, un taconazo sutil o cualquier otra regalía para los ojos).

Este canon sólo lo puede ofrecer el fútbol masculino y no el femenino, mientras que para el arbitraje –al menos para quien esto firma– nos resulta indiferente si quien arbitra es hombre o mujer o si quien lo asiste es un juez o una jueza de línea (igual que poco o nada nos importa si el administrador o administradora de justicia sobre el césped es hetero, homosexual, bicurioso o biflexible, grisexual, pansexual, etcétera). Que uno exponga su sincera y desaprobadora opinión sobre el fútbol femenino como mero espectáculo deportivo, no lo convierte en portavoz de Vox (ese calvorota desagradable llamado Jorge Buxadé) ni lo eleva al pódium del macho alfa, como tantos y tantos hombres que no han podido librarse del Vladimir Putin que los lastra y contamina en su interior sin que ellos mismos lo sepan (esto lo hemos leído a pelo por parte de voceros y druidas de la nueva masculinidad).

¿Por qué no airear en libertad el sopor que nos causa el fútbol femenino? ¿Por qué no expresar que no lo aguantamos como mera estética deportiva y no por falso prejuicio de género? El waterpolo femenino nos encandila mucho más que las morsas de testosterona que hacen posible el waterpolo entre hombres. Igual que el balonmano femenino nos parece mucho más sutil y plástico que el que practican los hombretones con sus defensas herculinas y su agresiva potencia de cemento armado.

Quién sabe si a algún que otro memo tuitero le dará por decir en mitad de la pocilga que empieza ya la ‘Eurotetas’. Si alguien lo soltara en su cuenta sospecharíamos de su verdadera autoría. No sería improbable que se lanzara sibilinamente con la intención de llamar a filas a las unidades mediáticas de la igualdad de género para denunciar esta nueva e intolerable agresión machista a la mujer. Al tiempo. Sea como sea, la Eurocopa femenina comenzará a rodar el próximo miércoles 6 de julio (la llamaremos la ‘Europlasta’, en un ejercicio no sabemos si atinado o no, pero sí libre). Conocemos su calendario de igual modo que el sevillano no capillita se aprende el itinerario de las cofradías para evitarlas por las calles en los días de autos.

Nos gustaría que, como hombres, mejor fuera nuestro Zelenski interior y no Putin el que nos entretuviera este mes de julio, pero no con el citado calendario del sopor, sino con las cosas habituales y un punto añejas que nos devuelven al hábitat que ya creíamos perdido cuando llega el verano: inicio de pretemporada, primeros entrenamientos físicos, presentación oficial de camisetas para la temporada, campaña de renovación de abonos, primeros partidos amistosos de nuestros equipos o, cómo no, el agitado o adormecido bazar de los fichajes. Estaremos atentos, inmunes a la matraca mediática del otro fútbol de parodia y globos solidarios al aire.

(Coda: mientras se escriben estas líneas, entre las diez noticias más vistas en la sección de Deportes del muy comprometido ‘El País’, no figura ninguna relativa a la Eurocopa femenina, pese a que una delantera, llamada Selma Paralluelo, acaba de dejar la selección por lesión en el sóleo izquierdo, siendo reemplazada por Teresa Abilleira, del Real de Madrid en versión féminas).


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