El Sevilla como chollo
La tregua
Lucas Haurie 25/08/2022 |
La mirada del otro, la manera en que nos ven los demás, es un factor casi decisivo en cualquier confrontación, incluso en ámbitos tan frívolos como el deportivo. Orgulloso de su trayectoria reciente y consciente de su grandeza, el Sevilla se apresta ambicioso para una temporada recién estrenada (con tropiezos) que debe ratificar su condición de cuarto aristócrata de la Liga y aspirante a todo título que dispute. Excepto que... sus competidores ya no lo perciben así. El día del sorteo de la Champions, L'Équipe pronostica –como casi todos los medios hacemos– cómo quedarían encuadrados los dos contendientes franceses en el "grupo de la muerte" o en uno asequible. Sí, lo han adivinado: el rival más deseado del bombo 2, para PSG y Olympique de Marsella, sería el equipo de Monchi y Lopetegui.
Esta catalogación de "facilón" sería anecdótica en cualquier otra circunstancia, ya que cuatro de sus compañeros de copa –Barcelona, Chelsea, Liverpool, Juventus– son clubes monstruosamente inmensos y los otros tres –Atlético, Tottenham, RB Leipzig– se han asomado recientemente por las rondas finales de la Champions. El verdadero problema del Sevilla es que él mismo se bajó la calificación de competitividad europea la pasada temporada, con eliminaciones sucesivas en un grupo de broma y un octavo de Europa League cualquiera –sin dolerse siquiera por la apabullante mediocridad de sus verdugos–, y que la campaña ha empezado sin síntomas de mejoría: un recién ascendido, por acudir al ejemplo más cercano, aguanta media hora de presión en el Sánchez-Pizjuán se lanza sin el menor complejo a por la victoria, que le escapa de purito milagro.
Si así acaba de obrar el Valladolid de Pacheta, un excelente entrenador amén de su señor educadísimo, ¿qué no pensarán los lobos de la Champions en vísperas de medirse a este Sevilla avejentado y cansino? El sorteo de Estambul, valga la paradoja, muestra en todo su esplendor la miseria de una política errada: la búsqueda del principal torneo continental como único eje de la temporada. En la pelea por la cuarta plaza, donde lleva un trienio instalado su “campamento base”, Julen Lopetegui ha dispendiado energías que lo han alejado de la felicidad verdadera. Porque la máxima competición europea, amigos, pone al fútbol en una dimensión financiera que no le pertenece. “Maldito parné: que por su culpita dejó yo al gitano que fue mi querer”, lamenta María de la O en su célebre copla.
Pero, para colmo, es mendaz la correlación entre la Liga de Campeones y la abundancia, como demuestra este Sevilla tan prudente –a la fuerza– en lo económico cuando se apresta a disputarla por sexta vez en ocho temporadas. ¿Dónde está el maná que trae este torneo? No digo ya en un mal fichaje, que por supuesto, es que los veintitantos millones que garantiza UEFA se evaporan con dos contratos imprudentemente renovados de futbolistas a los que, naturalmente, es imposible sacar de la plantilla porque-estoy-muy-ilusionado-por-jugar-la-Champions. Esa competición a la que se accede con muy descriptible alegría, más bien entre un clamor por la destitución del entrenador que la logra, y de la que disputan los cuartos una vez cada sesenta años… como preludio de la fulminación del director deportivo y del entrenador que logran tan histórica gesta.
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