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Lo que importa la Champions

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
12/09/2022

Con dos internacionales daneses en sus filas, el Sevilla visita la tierra de Hamlet entre rumores, ¡clamores!, de tragedia shakesperiana: hay crisis, traiciones cruzadas, contraespionaje, pasión y hasta alguna ‘femme fatale’ que envenena los sueños de ciertos protagonistas. Tenemos a un monarca en la rampa de salida, a un príncipe heredero deseando ceñirse la corona y a un viejo rey, sediento de venganza, dispuesto a todo con tal de que su hijo no agarre el cetro. Todas estas cuestiones, sin embargo, son accesorias al lado de las que realmente importan. El Bardo de Avon, sí, inventó antes que Hitchcock el Macguffin como artificio narrativo porque estos líos hacen avanzar la trama hasta dejarla al borde de lo sustancial. “¿Ser o no ser?”

Un partido de Champions, aunque sea en el campo del modesto Copenhague, exige un esfuerzo intersemanal que el Sevilla de la hora, probablemente, no está en condiciones de absorber sin riesgo de derrumbe liguero. La victoria en Cornellá, todo lo balsámica que se quiera, dejó tres puntos y una certeza: si los once o doce triunfos que faltan para amarrar la permanencia van a requerir una concurrencia semejante de circunstancias, será necesario guardar hasta el último grano de energía. Eso, ni más ni menos, hizo Lopetegui contra el Manchester City cuando preservó a Fernando, la viga maestra (ahora astillada) que sostiene mal que bien a su equipo. 

La derrota contra los ingleses se dio por descontada desde la alineación misma y ahora toca decidir –el entrenador con la superioridad que le busca sustituto sin disimulo– qué importancia se le concede al partido en Dinamarca, donde puntuar se antoja básico en la búsqueda del único objetivo realista del Sevilla ahora mismo en la competición continental: ser tercero de grupo para ver si en febrero está en condiciones de darse alguna alegría en la Europa League. Las suplencias sin minutos de Delaney y Dolberg contra el Espanyol apuntan a su titularidad el miércoles al frente de una ‘unidad B’ salpimentada con el toque emocional de medirse a sus compatriotas.

Resolver esta duda hamletiana, o sea, es mucho más importante que los desgarros sentimentales de los protagonistas de la obra. Que, a mediados de septiembre y con sólo cinco jornadas consumidas, se plantee la pertinencia de disputar a fondo la Champions demuestra cuánta futilidad exuda la estrategia corporativa de apostarlo todo a la jugar esta competición. El Sevilla y Lopetegui lo han conseguido tres veces, nada menos, lo que no impide que ande angustiado el club y al borde del despido el entrenador. ¡Qué poco crédito confiere la cuarta plaza! A Unai Emery lo echaron a patadas del Valencia después de ser tercero durante tres temporadas consecutivas.

¿Tan importante es la máxima competición continental? La historia del Sevilla dice lo contrario, pues los dos únicos entrenadores que jugaron los cuartos de final –Saturnino Grech en 1958 y Vincenzo Montella en 2018– fueron fulminados pocas semanas después de su hazaña. Al primero, no le permitieron siquiera dirigir la histórica eliminatoria; y al segundo, lo acompañó a la lista del paro el director deportivo que confeccionó la plantilla del heroico triunfo en Old Trafford.


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