La Mangantunick Corporeichon y los que nos caímos del guindo

La tregua

Lucas Haurie 24/06/2014

La economía, cuando atraviesa por situaciones delicadas, es el reino del eufemismo. Lo deberíamos saber desde que Pedro Solbes, nada casualmente con un ojo parcheado, llamó en un debate televisado durante la campaña electoral de 2008 “leve desaceleración” a lo que se nos venía encima. Así, el sintagma “fondo de inversión”: desasosegante trampantojo léxico detrás del que a menudo se esconden palabras más comprensibles e inequívocas como “liquidador” o “hiena”. El denominado Jefferson Capital Funding ha llegado a nuestras vidas para liberar a La Caixa del pesadísimo lastre que le suponía la propiedad del Club Baloncesto Sevilla (vulgo “Ercaja”), capricho que fue de unos cuantos políticos cuando las diputaciones gestionaban una anomalía del sistema financiero español, esa tragedia cleptómana conocida por cajas de ahorro. El compromiso del banco con sede en Barcelona de librar unas cantidades en forma de patrocinio a los nuevos propietarios nos pone en la frontera de una práctica muy extendida entre los empresarios honorables que no quieren aparecer en la foto del cerrojazo: pagar a un caradura para que se coma el marrón. ¿Es el caso de los ignotos propietarios de Ercaja? Ni idea. Pero no tranquiliza el currículum virgen de José Luis Galilea y de Jeffrey Meythaler, los dos únicos rostros visibles de una empresa fantasmagórica que realiza inconcretas actividades como la organización de inconcretos eventos para rentabilizar el inconcreto dinero que le confían inconcretos inversores. Si Walter Cronkite viviese, diría que el animalito anda como un pato y hace cuacuá. Groucho Marx era igual de lúcido pero más mordaz: “Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota pero no se deje usted engañar, es realmente un idiota”. Cambien idiota por listo, por listillo o por lo que mejor les cuadre. A ver qué dice el Consejo Superior de Deportes.