Debelación de la pirotecnia
La tregua
Lucas Haurie 23/04/2022 |
Este día de San Jorge, tan importante en toda la cuenca mediterránea, ha amanecido con una Sevilla infestada –no me vengan con bromitas paronomásticas– de seguidores del Valencia que acompañan a su equipo en la final de Copa contra el Real Betis en La Cartuja, que rima con hora bruja porque la conclusión está programada, en el más optimista de los supuestos, para la medianoche. Son animosos, desde luego, pero han convertido el centro de la ciudad en una zona de guerra con su constante detonación de artefactos pirotécnicos: petardos, tracas y cohetes que ensordecen, sobresaltan, aturden, hiede su rastro de humo… Molestan, en definitiva.
Uno siempre se ha preguntado si la profusión de crímenes horrendos en la costa levantina, principal proveedor nacional de sucesos gore, no tendrá que ver con el daño neuronal que a la fuerza debe producir el sometimiento, permanente y aun diría que atávico, al ruido atronador. El pulso se dispara, meninges se reblandecen y se diluye la distinción entre el bien y el mal... ¡Bueno no puede ser! Y, excusarán la osadía porque en materia de vicios todos estamos legitimados para cultivar los nuestros, ¿cómo carajo se puede considerar divertida semejante batahola? Cunde entre el vecindario el parecer de haber sufrido una invasión patrocinada por los productores de analgésicos.
Los gurús del periodismo digital, lo que quiera que eso sea, desaconsejan la publicación de textos de vigencia efímera. Como éste, que caducará en cuanto la turbamulta petarda –valga la polisemia– enfile los puentes sobre el Guadalquivir. Era obligatorio, sin embargo, dejar constancia del salvajismo de la horda y desearle cordialmente la peor de las suertes en el partido de esta noche. No sólo porque nos va en ello el disfrute del ocio y la rentabilidad del negocio; sino porque esta gente debe convencerse de que no se puede ir por el mundo reventándole los tímpanos y la paciencia al prójimo. Cada gol del Betis será una pequeña lección de urbanidad. Amén.
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