Esa extraña pareja
La tregua
Lucas Haurie 04/05/2022 |
De Julen Lopetegui y Unai Emery, entrenadores y naturales de Guipúzcoa según presentación canónica del programa “Un dos tres”, pueden inventariarse innumerables virtudes, pero no poseen la vis cómica de Jack Lemmon y Walter Matthau, Félix y Óscar en la célebre comedia inspirada por Mel Brooks. Graciosos no son, desde luego, ni han caído en gracia en la (auto) denominada ciudad de la ídem y ello explica, porque Sevilla es más de la apariencia que de la esencia, que su prestigio aquí no esté a la altura de su monumental currículum. Nosotros, sevillanito que vienes al mundo te guarde Dios, somos más de dejarnos seducir por el primer perdonavidas racista que blasone de inventor del fútbol, tipo Setién o Sampaoli.
Los dos entrenadores más exitosos que hemos disfrutado desde tiempos de Lorenzo Serra y Juande Ramos se miden en La Cerámica el domingo en uno de esos partidos que la legión de críticos que ambos coleccionan aprovechará para reventar al que pierda, o a los dos si es que empatan. “Perdónalos, Señor, no saben lo que hacen”, entran ganas de clamar desde la Cruz de la incomprensión. Emery, el-que-tira-la-Liga, quedó tercero tres temporadas consecutivas con el Valencia, que desde su marcha acumula dos duodécimos puestos, un decimotercero, un décimo, dos novenos y lo que haga este año… salpicado con un par de cuartas plazas celebradas como gestas homéricas. De su quehacer en el Villarreal, nada añadiremos a los ditirambos de la prensa internacional, a la idolatría que le profesa su afición y a la confianza que le tiene la familia Roig, esos señores tan tontos que nada saben de fútbol ni de negocios.
Lopetegui, que hizo algo tan banal como ganar una Liga Europa en su primera temporada en el Sevilla, puede sellar matemáticamente su tercera Champions consecutiva. Es, según proclaman el club y los sectores economicistas de prensa y afición, EL OBLJETIVO, ese grial por el que debe ser sacrificado todo: un desplazamiento en Copa, la fase de grupos de la Europa League, cualquier eliminatoria que no sea una semifinal… juéguense con suplentes, juveniles si se tercia, si el sprint de un titular el miércoles compromete el domingo en Leganés un saque de banda que pudiera comportar una décima de ‘goal-average’ desfavorable en caso de séxtuple empate por la cuarta plaza. Porque NADA EXISTE SIN LA CHAMPIONS. Se ha escuchado, en fin, que “el partido importante es el del Celta” porque hay que jugar la Champions en vísperas de… ¡un cuarto de final de la Champions contra el Bayern de Múnich!
Bueno, pues resulta que Julen Lopetegui puede amarrar la clasificación para la Champions con tres partidos aún por disputarse, pero resulta a la vez que es muy mal entrenador. Átenme esa mosca por el rabo. Podría también no hacerlo, claro, y dejar asimismo pasar las oportunidades que se le cernirán en las jornadas antepenúltima, penúltima y última. Entonces, y sólo entonces, deberían caer sobre él todas las maldiciones bíblicas por sumir al Sevilla en una crisis insoportable: la que vivirá un club para el que la temporada 22/23 será su décima consecutiva en Europa, porque disputar SÓLO cinco de las últimas ocho Champions lleva al abismo. El Villarreal, por ejemplo, sufre una era de frustración y dolor porque, en toda la década 2010-20, sólo jugó dos partidos en Champions: una ronda previa perdida contra el Mónaco. Está visto que es imposible ser feliz sin jugar regularmente la Champions… y mucho menos, si te cae en desgracia un entrenador tan malo como Emery
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