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Sobre la rentabilidad del buen humor

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
18/07/2022

Entre las muchas contribuciones de Jorge Valdano al lapidario balompédico, destaca sobremanera esta sentencia: “El fútbol es un estado de ánimo”. Los vaivenes del mercado, escasos por ahora, así lo demuestran en Sevilla y allende la SE-30. Un par de presidentes osados, ante el pasmo de la concurrencia, tratan de desembarazarse del corsé del dinero –de su sangrante carencia, más bien– para animar a su clientela. Es llamativa la campaña de fichajes de Joan Laporta, rehipotecando todos los bienes actuales e incluso futuros del Barça. Pero no lo es menos, en su escala, el empeño de Ángel Haro por alimentar el optimismo del bético contra toda lógica financiera.

La mutación de la dirigencia verdiblanca es uno de los prodigios más formidables que ha vivido este mundillo, pues quienes despreciaban desde su cartesianismo empresarial los viejos usos futboleros entonan ahora con devoción el “Dios proveerá” que animaba al pueblo judío en su travesía por el desierto y cantan las aficiones al reclamar que se ponga “todo el dinero en el campo”. No alumbra, en efecto, al Betis un euro más que los que cobran sus jugadores y ni siquiera puede, a menos de cuatro semanas para comenzar la Liga, inscribirlos a todos… ¿Y qué? Pues que se van a ingresar unas decenas de millones sin traspasar a nadie y todavía sobrará para fichar a Aouar, una de las promesas más rutilantes de Europa, y hasta que Dani Ceballos y Bellerín aparezcan por aquí a finales de agosto.

Este cuento fantástico no tiene visos de cumplirse en su totalidad, evidentemente, pero los hechos palidecen en un tiempo, éste, que concede toda la preponderancia al relato. Haro ha conseguido generar la impresión de que el Betis y la frustración se rechazan como los polos iguales de un imán, lo que resulta básico en los tres meses largos en los que la empresa no desarrolla su actividad principal (¡un cuarto de la vida societaria!), jugar partidos oficiales. Lejos de ser una frivolidad, este empeño en que todo el mundo esté contento ayuda a lograr objetivos deportivos, como clama en el desierto Antonio Cordón desde su llegada. La apuesta por el buen humor, lo que en el Sánchez-Pizjuán se llamaba hace un tiempo la “gestión con alma”, siempre es ganadora.


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