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Los dos veranos del sevillista

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
30/07/2022

El fútbol estival apenas incide cuando los puntos empiezan a contar, claro que no, pero la importancia que se le concedió al 6-0 endosado al Angers el miércoles muta de esto-da-igual a veremos-a-ver con el set en blanco encajado el sábado en Londres, donde el Sevilla pareció un guiñapo en manos del Arsenal. ¿No se dio el partido un aire a aquella manita, ¡bofetón!, en Eibar con Vincenzo Montella en el banquillo? En estos casos, el sevillista viejo siempre recurre a aquella pretemporada de 1996 con el inefable José Antonio Camacho de entrenador, solventada con un pleno de triunfos al paso de la oca como preludio del descenso de la primavera siguiente en Oviedo.

No conviene quitarle el ojo, sin embargo, a un equipo que ha quedado despojado de sus dos puntales defensivos y, uno osaría decir, puntales a secas. Las ventas, pingües y benéficas, de Diego Carlos y Koundé obligan a reforzar la zaga, aunque sea justa consignar que Julen Lopetegui saltó al Emirates con una defensa compuesta por tres internacionales más el prometedor José Ángel Carmona, encuadrada por el milagrero Bono y la viga maestra Fernando. No cabe la excusa de una alineación plagada de extravagancias. Que semejante elenco pareciese papel celofán frente a los atacantes ingleses ratifica las últimas declaraciones de Monchi: urge sacar provecho a Marcao y no deben tardar las llegadas de otro central y de un lateral zurdo.

El sevillismo tremendista, así, vive un verano de éxtasis que comenzó con la continuidad del denostado Lopetegui, siguió con el traspaso baratísimo de Diego Carlos, se maceró en descontento con la subida del precio de los carnés y ardía tras haber regalado a Koundé al principal rival directo por el doblete Liga-Champions y para colmo, en la molicie de este fin de semana entremeses, llegó el directo a la mandíbula de una goleada bochornosa. Quienes ven el vaso medio lleno respiran con su entrenador abonado al cuarto puesto, comprueban que la fidelidad del socio es a prueba de tostones, se frotan las manos ante la prestidigitación que hará Monchi con la faltriquera rebosante de billetes y, en fin, se cabrean también con la debacle del Emirates porque ha sido algo del todo impresentable.

La línea descendente del Sevilla a lo largo del curso pasado, lógicamente, reavivará las tesis más pesimistas después de este feo 6-0 en contra. Es legítimo, igual que también es inteligente fijarse en las cosas que hace bien el vecino para preguntarse si no es más saludable que este estado de permanente zozobra imitar la calma que reina en el Betis y en el beticismo tras dos derrotas, un empate en la última jugada del descuento y otro frente a un adversario de la tercera división austriaca.


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