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El dinero está en el campo... lo que no significa ABSOLUTAMENTE nada

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
07/08/2022

Existe un axioma la mar de tramposo en el fútbol, “el dinero en el campo”, que ha hecho fortuna entre los tribunos de la plebe que aguijonean a los dirigentes balompédicos entre temporadas. ¡Pues claro! No van a gastárselo en farolillos para la caseta. La cuestión es cuánto, en quiénes y en qué momento soltar la pasta. El Sevilla en enero, por poner un ejemplo cercano, lo puso todo en Martial (bluf) y Tecatito (psss) porque la campaña amenazaba derrumbe por la plaga de lesiones. Salió cruz y no puede decirse que fueran euros bien aprovechados, sobre todo en el caso del francés. Ahora, zarandeados por una pretemporada incómoda, sus dirigentes han fichado a Isco.

Un análisis desapasionado de la plantilla nos lleva a afirmar que el malagueño incide en una querencia enojosa hacia lo caro, lo veterano y lo lento, adjetivos que podríamos aplicar sin incurrir en injuria a Papu Gómez, Rakitic, Suso, Tecatito, Lamela e incluso Fernando, que no es precisamente un rayo. Estos seis futbolistas tienen además otras cualidades espléndidas, desde luego, pero ni se enmarcan en el modelo de negocio tradicional del Sevilla (el único activo convertible del plantel es, a día de hoy, Bono) ni contribuirán a desmentir la justa fama de equipo apelmazado, y bastante pelmazo, que se granjeó el de Lopetegui con ellos, más la incuestionable colaboración del entrenador y de elementos como Joan Jordán, Óliver Torres, Gudelj, En-Nesyri u otros munires.

Tampoco Isco arreglará esto, desde luego, pero nadie puede negar que el dinero del Sevilla está en el campo porque Monchi parece jugárselo todo a la casilla del rendimiento inmediato. Si el asunto no pita esta temporada, y desde el mismito partido de Pamplona, el gurú de San Fernando deberá repensar el club entero. Pese a que Lopetegui pondría la mano en el fuego por él, literalmente, los dirigentes sevillistas no se terminan de fiar de un jugador que lleva tres años poco menos que prejubilado. Y, claro, tampoco van a picar con unos videos colgados por el jugador en sus redes sociales sobre cómo de duro entrena junto a su pareja, la actriz Sara Sálamo, a las órdenes de un ‘personal trainer’. “Me he cuidado”, decía nada más llegar al hotel Los Lebreros. Puro teatro en este mundo infantiloide y virtual.

Entre el sevillismo, que blasona de malaje tanto como sus vecinos verdiblancos presumen de simpatía, el fichaje de Isco ha suscitado división de opiniones: un 50% de escépticos y otra mitad que no se molesta en disimular el mohín de desagrado. Malagueño (ojú) y con pasado madridista (puaj), sólo un hat-trick en sus cinco primeros minutos en el Sánchez Pizjuán lo salvarán del murmullo que preludia la bronca. Luego, la acritud se aplaca enseguida y el hincha nervionense no es tan fiero como gustar pintarse a sí mismo. Al fin y al cabo, 353 partidos en el club más laureado del planeta, mal que pese, y casi una cuarentena de internacionalidades merecen algo de crédito. A ver si ahora vamos a ser tan tontos como para decir que lo mismo es Isco que Rony Lopes como algunos pensaban que igual era Pellegrini que Rubi.  


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