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La ruina del Betis será el negocio de algunos

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
17/11/2022

Poco después de llegar al Gobierno, Alfonso Guerra desalentaba en el Congreso a un Manuel Fraga ávido de alternancia con un argumento cien por cien loperiano. “Ustedes quieren hacer con España como el que te pide el reloj prestado, lo espachurra de un martillazo y luego te lo vuelve a pedir para arreglártelo. No, hombre, no. ¡Ya lo arreglo yo!” Mediada la década pasada, y tras unos años de inestabilidad, Ángel Haro y José Miguel López Catalán accedieron a la dirigencia del Betis dizque para corregir una gobernanza obsoleta que había degenerado en la apropiación de la empresa por su consejo de administración. Hoy, la única solución que se atisba para evitar la bancarrota es que… ambos –más su cohorte de amiguetes, arrimados y testaferros– se adueñen de la sociedad a través de una ampliación de capital. Le han arreado, o sea, tremenda pedrada a la vidriera y ahora aseguran que no hay mejor cristalero que ellos.

Durante años, el Betis se guio hacia un mantra por el que se requería “poner al equipo a la altura de la afición”, logro que Haro y Catalán alcanzaron gracias a la luminosa idea de contratar a Manuel Pellegrini y de moverse con audacia en el mercado. No es poca cosa, ojo, todo lo contrario… El quid de la cuestión, sin embargo, habría consistido en, simultáneamente, “poner al club a la altura del equipo”, hazaña harto improbable si en los puestos de mando se acumulan, al calor del sueldazo, desechos de tienta de la política, hooligans apenas aseados, compromisos cuñadiles y una estrambótica fauna de ‘arrecogíos’ sin oficio ni beneficio. Mientras, un puñado de heroicos empleados achica agua con denuedo.

La magnitud de la ruina que asuela al Betis es descomunal y esta gira un poco vergonzante que perpetra el primer equipo por el Cono Sur no es ajena a ella. Los futbolistas no querían viajar, como remolonearon sus colegas de varios clubes, pero el compromiso de Haro con Javier Tebas (con ese fondo CVC que presta el respirador) ha obligado al papelón. Es lo de menos. Lo que en realidad importa es la paralizante deuda de casi 230 millones de euros que ya no se disimula con artificios de ingeniería financiera, sino que convendrá empezar a afrontar con trucos, directamente, de contabilidad mágica. O vendrán los sedicentes salvadores –la célebre “tonta” de Lopera– para confirmar el presagio de Juan Carlos Ollero a las pocas semanas de su desalojo: “El Betis se va a convertir en el negocio de algunos”. Pues eso.


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