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Perder siempre duele... pero a veces más y a veces menos

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
12/01/2023

Vae victis, nos enseñaron los clásicos y por ellos sabemos que no hay honor para el vencido ni en la guerra ni en la alta competición. Tan legítima fue la alegría de la Copa como amarga ha de ser esta decepción, sin que la resolución mediante tanda de penaltis en ambas ocasiones reste un ápice de importancia al resultado. Y, puestos a elegir, mucho mejor haber ganado en La Cartuja que en Riad. El viaje no servirá para añadir una Supercopa al palmarés, que era lo más importante, pero deja el aroma de un equipo talentoso y mentalmente duro al que le promete el futuro próximo más visitas a las instancias decisivas de las competiciones.

Este torneo, aunque habría sido un gustazo ganarlo, no es más que la sublimación del golferío reinante en el fútbol español: la entrega de Rubi, coima mediante de su cuate Geri, al más vil de los metales. Si el emir qatarí fue capaz de apañar un Mundial para que lo ganase Messi andando, ¿cómo no le iban a poner al rey saudí un Madrid-Barça delante de este trono hortera que se gasta, digno del atrezo de “Se acabó el petróleo”? Ni el festejo del 1-1 de Fekir, postrado ante Alá en dirección a La Meca, lograron los béticos ganarse el favor del público suní, a quienes la riqueza no exime del sumo cateterío de apoyar al mastodonte.

La semifinal perdida, sin embargo, refuerza al Betis que timonea con mano maestra Manuel Pellegrini, que se sobrepuso a dos ventajas del Barcelona sin siquiera necesitar un gran partido de gente principal como Borja Iglesias, Canales o William Carvalho. Confirmó Luiz Henrique que su eclosión tras la pausa mundialista no es flor de un día (contra el Athletic) ni de dos (frente al Rayo) y se reencontró a un goleador, Loren de Arabia en facilísimo chiste, que dejó una pequeña obra maestra en su tercera aparición de la temporada, tras los 13 minutos que sumó en las dos primeras jornadas, a mediados de agosto. La enorme implicación de un futbolista que sigue en la plantilla por el único motivo de que nadie ha querido ficharlo y al que el entrenador infrautiliza es la prueba de cómo funciona ese vestuario. Algo que no garantiza el éxito… pero casi.  


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