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Rafa, Youssef, De Jong y otros nueves del montón

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
13/02/2023

La llegada el jueves de Luuk de Jong con el brazalete y la responsabilidad goleadora del PSV Eindhoven retrotraerá al sevillismo a aquella noche de cierre del mercado estival de 2021 en la que, con mala baba y peor criterio futbolístico, se hacía befa del Barcelona y de su entrenador de entonces, su compatriota Ronald Koeman, por llevárselo cedido. La memoria es corta, también de entendederas, y la mayoría habíamos olvidado que el bátavo, con todos sus llamativos defectos, le había orinado en la pechera a un tal Romelu Lukaku (poca broma) en una final europea un año antes: doblete con sendos remates magistrales frente a un mano a mano con pinta de decisivo errado por el belga ante Bono.

Yo mismo, recuérdese por no cometer el mortal pecado de la autoindulgencia, lancé dicterios tremebundos contra De Jong, torpe hasta desesperar en tantísimos partidos y cara visible del juego ramplón que a veces preconizaba Julen Lopetegui, otro maltratado habitual a quien el sevillismo debería encargarle una novena de desagravio en la parroquia más cercana. Al internacional neerlandés, o sea, lo pasaportaron como a un apestado para hacerle hueco a Rafa Mir (un minuto de silencio) y, regresado de su cesión, lo traspasaron de vuelta a su país por una cuarta parte de lo que costó Marcao (un saludo para el departamento de I+D+ì).

En aquel pandémico verano de 2020, cuando el Sevilla ganó la Liga Europa que se apresta a disputar de nuevo esta semana, la estrella de Luuk había comenzado a declinar. La apuesta de Lopetegui era En-Nesyri, fichado en enero y titular contra la Roma (marcó), el Wolverhampton y el Manchester United. De Jong disputó minutillos intrascendentes en los dos primeros partidos, ganándose su sitio en la final por el pequeño detalle de que en la semi contra los Diablos Rojos –los genuinos de Old Trafford, no los de Torreblanca– salió en la última media hora para anotar el 2-1 definitivo. En la temporada siguiente, pese al fallo ante Neuer en Budapest, el ariete marroquí se lo comió cocinado a las finas hierbas gracias a sus veintitantos goles.

Total, que ahora es Youssef En-Nesyri quien carga con el sambenito de inútil a pesar de haberse erigido, con siete tantos en el último mes tras un Mundial de alto copete, en el máximo goleador del plantel. En los últimos días del reciente mercado, le faltó a un sector de la afición organizar una procesión rogatoria para que aceptase alguna oferta de la Premier, del Niza o de la Conchinchina. “Adonde sea pero, ¡que se vaya!”, bramaba el pueblo soberano con el periodismo haciendo los coros, o quizás viceversa. No se trata aquí de imponer argumento ninguno, ¿eh?, sino de señalar cuán complicado es que el personal esté medianamente satisfecho cuando ha decidido que su estado natural es el cabreo y la frustración.


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