Monchi e Isco
La tregua
Lucas Haurie 06/11/2023 |
“¿Monchi se ha equivocado? Una barbaridad. ¿Ha acertado? Diez barbaridades”. José María del Nido Benavente.
Aunque el matiz parece haber pasado de moda, gota reflexiva perdida en un océano de exabrupto y trazo grueso, nunca sobra la labor de intentar argumentar en medio del griterío. Siempre quedará algún lector que lo agradezca o, mejor todavía, que discrepe razonadamente. Se puede decir del ciudadano Ramón Rodríguez Verdejo, ahora que su larga sombra se muestra desvaída por la bruma otoñal de Birmingham, que operó la mayor transformación en un club español de fútbol desde Santiago Bernabéu. Y se puede también señalar como uno de esos errores que mencionaba Del Nido sénior la gestión de un futbolista/personaje como Isco, que hoy hace las delicias del Betis. O tal vez no.
Julen Lopetegui, sobre cuya excelencia en los banquillos no duda hoy ya ni el más furioso de sus detractores, visto lo que ha venido luego, quiso ser el verano antepasado el Pellegrini de Isco, es decir, el entrenador que lo sacase de un largo periodo de desidia. El timing, como dicen los modernos, no era el adecuado porque la etapa del técnico vasco en el Sevilla estaba amortizada… pero permanecía un director deportivo de hábil mano izquierda que ya había “resucitado” a varios cadáveres futbolísticos. Sin embargo, Monchi estaba atrapado en el bucle de melancolía e ira que lo terminó pasaportando a Inglaterra y uno de los paganos de su malhumor fue el medipaunta malagueño.
En su nuevo club, y por usar una atinada expresión de Ángel Haro, Isco ha encontrado un “ecosistema” propicio para rendir al magnífico nivel que está mostrando y es una tentación insoslayable, en esta ciudad bendita/malditamente dual, relacionar su agitaba etapa en el Sevilla con su deslumbrante quehacer en el Betis. Es decir, localizar en la tóxica impulsividad de Monchi –que llegó a las manos con el crack dentro del sacrosanto vestuario– la palanca del éxito del eterno rival. La historia es redonda y apta para un guion de teleserie. Sin embargo, permitan que discrepe.
La clave de este asunto debe buscarse en la inteligencia emocional, es decir, en la mirada que cada aficionado –no “la afición” del Betis o del Sevilla tomada como una masa uniforme, no. Cada uno de los individuos que ven jugar a su equipo– proyecta sobre el fútbol de Isco. Imaginen a un plantel liderado por Rakitic –el sosias más aproximado del malagueño en la otra plantilla de la ciudad– que replicase la actual temporada bética. ¿No habría muchos sevillistas haciéndose cruces por estar lejos de los puestos de Champions y llevar once puntos menos que el Girona? ¿Cuántos hinchas apreciarían como síntomas inequívocos de declive las dificultades en los tres primeros partidos de la Europa League ante semejantes rivales? ¿Qué jeremiadas no se seguirían escuchando por la vergonzante goleada encajada en Barcelona?
Hace menos de un año, Monchi precipitó la abrupta salida de Isco del Sevilla y, en consecuencia, facilitó su fichaje estival por el Betis. ¿Fue un error? Fue, seguramente, porque intuía que era imposible que a un futbolista así le tuviesen la paciencia imprescindible en un club sumido en tremenda espiral de destrucción, sabotaje y auto-odio. Si no sirven los entrenadores campeones de Europa ni los arietes con veinte goles de promedio…
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