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Subido a un burro que se llama Comosea

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
24/06/2018

Los escribidores tocapelotas, igual que las folklóricas, tenemos un “querido-público-que-tanto-me-quiere” al que invocamos en primera persona porque nunca nos lo evocan en segunda. Ya advertía el cantaor Paco Toronjo, cumbre del fandango alosnero, que “cuando alguien dice yo, yo y yo es porque nadie le dice tú, tú y tú”. Avanza el Mundial y, sí, mi querido público que tanto me quiere reclama un artículo sobre la peripecia rusa del inefable Jorge Sampaoli, ayer idolatrado gurú de tanto tontito futbolero y hoy muñeco de pimpampum de este mundillo amnésico y despiadado. Pues empezaré por decir que creo, y lo deseo con todas mis fuerzas siempre que no sea en detrimento de España, que el embustero de Casilda se coronará campeón el próximo 14 de julio.

La historia de los Mundiales nos ha enseñado varios ejemplos de selecciones beneficiadas por una improbable carambola en las fases iniciales que alzaron el trofeo al final, o estuvieron muy cerca de hacerlo, y justo en ese punto se halla Argentina hoy. Es probable que le baste con vencer a Nigeria para llegar a las rondas ‘knock out’, donde empieza una nueva competición… en fin, lugares comunes con los que no vamos a perder el tiempo.

El deseo por ver a Sampaoli en la cima es mucho más morboso, e interesante su explicación. El que fuera técnico del Sevilla llegó a España saludado como un preclaro genio, toneladas de incienso sobre su cráneo pelado, por frases como “no me gustaría ser recordado por ganar de cualquier manera”, que pretendían esconder una sublime sensibilidad estética e incluso una cosmovisión progresista contraria a lo que en Sudamérica llaman “exitismo”, sucedáneo de la felicidad para las mentes poco desarrolladas de los sajones en general y de los liberales en particular. Naranjas de la China, o sea, preñadas de xenofobia y consciencia de poseer la superioridad moral. (Peronismo, en suma.)

Ganará, ojalá, Sampaoli subido al prosaico borrico Comosea y comprobado por todo el orbe que eso que él pregonaba, y mil lelos aplaudían embobados, como su idea de fútbol no es más que un engañabobos: el defensor a ultranza del talento alinea en el centro del campo a Mascherano y Biglia antes que a Banega, el adalid del juego combinativo se atrinchera malamente en su área a la espera de que Messi obre un milagro… Una eliminación de Argentina en la primera fase diluiría la lúcida crítica de unos cuantos valientes en un océano de memes y chistes crueles. El triunfo de la selección albiceleste, por el contrario, aliviaría las penurias de una magnífica nación y desnudaría las mentiras de quienes han encumbrado a semejante fantoche. Porque, no se olvide, Jorge Sampaoli es un pobre hombre, apenas el rostro del que se sirvieron unos estafadores a gran escala para timarle varios millones de euros al Sevilla Fútbol Club.


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