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De cómo lo macarra es bello y el fútbol español no tiene arreglo

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
06/09/2018

La victoria en el derbi, obvio es decirlo, ha sido benéfica en muchos sentidos para un Betis al que cualquier otro resultado habría enviado al parón con dudas razonables sobre su rendimiento futuro. Que no se han disipado del todo, porque ni el marcador ni la forma en la que se produjo son un bálsamo de Fierabrás que todo lo cura pues “con sola una gota se ahorrarán tiempo y medicinas”, según nos enseña don Quijote. Da igual, no es momento para el examen de conciencia, sino para abundar en los efectos positivos de un triunfo que reconciliará al beticismo, y esperemos que a su entrenador, con la belleza del fútbol macho y barrial, ese combate sin piedad en el que sólo el resultado cuenta y para cuyo libramiento nunca sobra ¡¡¡al contrario!!! el puntito macarra que con sabiduría (también con cierta dosis de riesgo) aplicó Pau López.

Parecería que Quique Setién, quien resulta entrañable por la franqueza con la que defiende su discurso estetista de niño bien, miccionase Eau de Lancôme cuando traza una trinchera irreconciliable entre los entrenadores exitistas (todos los del mundo) y los guardianes de la esencia del juego (él y ese tuitero adolescente que tiene por asistente), pero la realidad es que su puesto de trabajo pende sólo de las cuestiones contables. Así, estos tres puntos agarrados por los pelos de una buyada, pues la acción de Pau López recordó a las de Paco Buyo con Futre a quienes nos alcanza la memoria más allá de youtube, le regalan tiempo para preparar con tranquilidad lo que viene pero también constituyen un baño de realismo necesario: los béticos son más felices saliendo victoriosos de una riña a navajazos que sacudidos al contragolpe tras una fútil exhibición de setecientos pases.

El rearbitraje de la jugada por parte del Comité de Competición, al contrario, ha sido un torpedo contra la credibilidad de un fútbol español que no supera los tiempos del apaño cutre y las luchas intestinas. Los jueces, al retirarle la amonestación a Roque Mesa, desautorizan el único acierto de Gil Manzano en la jugada, ya que el jugador sevillista sí entorpeció, acaso con levedad pero sin discusión, el saque de Pau López. La cartulina, quizá rigurosa, está bien mostrada, y mucho mejor dados los antecedentes del canario en el partido, por el que transitó desde el primer minuto (literalmente: a los ochenta segundos, perpetró un entradón delictuoso sobre William Carvalho) pidiendo la expulsión a gritos. En puridad, impartir justicia habría sido sancionar al portero del Betis, al que la resolución señala como culpable pero deja impune. Sin embargo, lo que han hecho los hombres de Rubiales es intentar dejar en evidencia el sistema del VAR, implantado por el empeño de su íntimo enemigo Tebas. No tenemos arreglo.


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