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Un espejo infeliz llamado Valencia

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
08/12/2018

El Valencia es, en muchos sentidos, un ejemplo para el Sevilla. Orgulloso representante de la burguesía de provincias, las diferencias entre los dos clubes emblemáticos de las dos grandes capitales del mediodía español son las que existen, sencillamente, entre ambas ciudades. Hay más de todo allí, y así lucen las vitrinas en uno y otro lado. Son el espejo de los sevillistas los valencianistas, por consiguiente, mal que pese a unas aficiones (y a su consiguiente reflejo en ese sector del periodismo embrutecido y parcial que padecemos) a las que últimamente les ha dado por detestarse: la masa indocta, en fin, que no da para más... Deben mirar desde el Sánchez-Pizjuán a Mestalla porque, justo antes de la irrupción de Messi y Cristiano Ronaldo con sus catorce ligas de las quince últimas, allí se ganaron dos y se jugaron dos finales de Champions.

En sus sueños de grandeza, digo, debe fijarse el Sevilla en aquel Valencia pero, con más razón, ha de tenerlo en cuenta en su peripecia actual, para huir de esa eterna insatisfacción que es la engañifa de la Liga de Campeones cuando se comete el error de convertirla en el único norte en la vida. Todo lo abandonó el equipo de Marcelino la temporada pasada por ser cuarto y no había acabado noviembre cuando Mestalla era, otra vez, una olla de grillos cabreados, tantos grillos e igual de cabreados como habitaban Nervión la primavera pasada, al día siguiente de alcanzar los sevillistas unos históricos cuartos de final en la primera competición europea. ¿No será más importante cuidar el acceso a esos éxitos que sí permanecen indelebles en el palmarés?

Vislumbra Machín dos finales en lontananza, en mucha lontananza, y debe poner rumbo a ellas con los escasos futbolistas aptos que tiene para misiones delicadas –volvió a hacer alquimia con Promes, el tío, veintitantos millones en plomo de los que ha sacado un carrilero de oro–. Nada cambia, o sea, el gol de Diakhaby, que quizá tenga el efecto benéfico de recentrar las prioridades, y poco cambiaría un tropiezo contra el Girona. Lo que no tendría remedio sería hacer el cocacola el jueves como estuvieron de a punto de hacerlo contra el Villanovense. A ver si estamos en lo que estamos.  


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