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La suerte y otras muchas cosas

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
23/02/2019

El DRAE define “baraka” o “baraca” como “buena fortuna” y el Corominas explica que el origen etimológico del término está en Marruecos, donde se aplica a la “protección divina de la que disfrutan los jerifes o morabitos”.

En julio de 2000, todos cuantos se arracimaban alrededor del Sevilla Fútbol Club (incluido un periodismo que aún mantenía ciertas maravillosas malas costumbres que justificaba un apelativo aceptado no sin un punto de orgullo: “la canalla”) eran conscientes de conformar una cofradía pauperizada, decadente, cimarrona, poco atractiva e incluso cutre. Al frente de todo aquello, en medio de la tormenta, se había puesto casi a empujones un hombre que aparentaba, porque así envejecen los que exprimen la vida cada minuto, bastantes más años de los que tenía. Era como un secundario de película de mafiosos, qué sé yo, Joe Mantegna conspirando entre humo y cajas de bourbon… Las cuentas se las llevaba un tipo serio, de aire casi fúnebre, que parecía deleitarse cuando masticaba las palabras para describir la ruina que se cernía sobre el club: “Economía de guerra, sin euros, quiebra técnica, no hay ni para balones, causa de disolución…”, repetía con su sempiterno tono cenizo mi primo Augusto, ganándose en buena lid el mote Angustio. El entrenador era un desconocido sin experiencia en Primera que aspaventaba ante el corrillo de futbolistas como un Michael Keaton harto de speed. Antes de terminar la primera frase ya había empezado cinco más. De los comienzos del mejor director deportivo del mundo, todo se ha dicho, incluso se ha publicado literatura al respecto. El propio interesado lo ha explicado: “Me pusieron ahí como me podrían haber puesto de jardinero, porque yo entonces sabía lo mismo de fichajes que de césped”.

Los más hideputas del lugar, y puedo jurarles que había un puñado de ellos por allí sueltos, entonaban una coplilla en aquellas sobremesas de las cenas que se prolongaban casi hasta el entrenamiento matutino. “Con Monchi, Caparrós y el abuelo Alés, el Sevilla se va a Segunda B”. El principal interesado, a quien todo el mundo llamaba Roberto reprimiendo las ganas de ponerle delante el “don” porque su campechanía y trato cercano excedían con creces la indiscutible auctoritas que exudaba, se partía de risa mientras advertía: “Yo es que siempre he tenido mucha suerte”. Baraka. Desde luego que sí, y también otras muchas virtudes que por pudor se cuidaba de enumerar. Hubo un sorteo en Nyon el día de su fallecimiento: a su Sevilla le tocó el Slavia de Praga. Este epitafio aparece en la tumba de los héroes romanos: “Sit tibi terra levis”, o sea, “que la tierra te resulte ligera”.


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