La única verdad es que todo es mentira

La tregua

Lucas Haurie 07/04/2019

Joaquín Caparrós Camino. De Utrera. Seguramente, no sea el mejor entrenador del mundo, puede que ni siquiera esté entre los veinte mejores pero, ¡qué bien le sienta siempre al Sevilla! Su equipo, valga el posesivo porque lleva el escudo que le late en el corazón y porque incomoda a los estetas igual que a los biempensantes molesta su discurso plagado de anacolutos y sobreentendidos, suma nueve puntos de doce posibles desde que suplió a Pablo “ay-qué-cruz” Machín. Un gol, de penalti tonto, ha encajado en cuatro partidos para colocarse detrás del Getafe, cuarto provisional, como un galgo pone el morro en las patitas de la liebre. En Valladolid, el fútbol desplegado por los sevillistas fue de auténtico espanto, un dolor para la vista, un agente entre narcótico y provocador de úlcera de estómago. El marcador, sin embargo, Su Majestad el Resultado, fue una preciosidad. 0-2 y pallá. Que se mueran los feos y que revienten los tontos. Su estampa delante del banquillo del Nuevo Zorrilla, junto a su asistente, debería servir de lección a todos esos técnicos con más tonterías que un mueble-bar, iPad incluido, como padece el aficionado: dos tíos con más trienios de vestuario que el demonio intentando que once chavales atolondrados no se despisten en una marca: en eso se resume todo. Qué pena que a Antonio Álvarez no lo dejen ya fumarse su Winston en la banda. Yo no sé si esto va a dar para jugar la Champions, la Liga Europa o nada; tampoco quede descartado que el Betis monte otro mitin, como el que le montó a Montella, en el Sánchez-Pizjuán. Pero me encantó echar el fin de temporada pasado con Jokin y me ha encantado ésta perder de vista al triste de Pablo “ay-qué-cruz” Machín, al que espero que los años le corrijan esa pose cuqui, tan frecuente por desgracia, que adoptan estos tipos que confunden entrenar un equipo con mandar una nave tripulada a Marte. “Todo es mentira”, es el único dogma caparrosiano. Anda que no.