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El derbi de Tello

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
15/04/2019

En algunas ocasiones, el maravilloso Estado de Israel nos pone las cosas muy complicadas a sus defensores. Es lógico que quienes viven permanentemente hostigados por un vecindario anhelante de su aniquilación y que lo decuplica en número cometa algún exceso en su defensa, de acuerdo, pero ciertas actuaciones no se justifican ni siquiera así y a pesar del estricto protocolo ético que manejan sus fuerzas de seguridad. A su modo, Quique Setién también ejerce de dique contra la barbarie, ese Betis de catavino, clavel reventón y apellido de-toda-la-vida incapaz de sacar a la institución del ancestral cutrerío que padece. Se termina la segunda década del siglo XXI, diez años ya desde que “el entorno” tomó el control del club a través de su mafia leguleya, y quedará fijado en los anales con un sexto puesto como mejor clasificación liguera, una semifinal de Copa como mayor acercamiento a la verdadera alegría y la sima de la campaña más nefanda, la de los veinticinco puntos, de la historia bética. Los muñidores de este (triste) balance han sentenciado a Setién para encumbrar a Serra y llevarse por el camino, si osa oponer resistencia, al presidente Haro. Si se dejará o no, ésa es cuestión que veremos a la vuelta del verano.

Pero es la primera pieza a cobrar, Setién, la que sale a colación en la resaca de un derbi que lo dejó ciertamente tocado por un desafuero indefendible, igual que algunas de esas medidas que a veces toman instituciones providenciales para Occidente como el Mossad o el Haganá. Esto es, la suplencia de Cristian Tello. Es verdad, por desgracia, que el magnífico encuentro jugado por su equipo en el Sánchez-Pizjuán e incluso las dos fabulosas campañas que estaba a punto de completar el entrenador santanderino, que aún puede ser el primero que meta al Betis en Europa dos años seguidos, quedan opacados por el inmenso error de renunciar a su –hoy– futbolista más desequilibrante en el partido más señalado. ¿Sería simplista decir que la diferencia entre el derbi y la visita del Barcelona a Nervión fue la que existe entre Messi y Jesé? Lo sería, pero reforzaría los argumentos de las dos facciones que hoy mantienen una guerra larvada por el poder en el Benito Villamarín. Sería simplista, digo, porque no hacía falta ponerle una camiseta verdiblanca al mejor jugador del mundo para ganar el sábado. Bastaba, Lorenzo, con haber traído en enero a un tío del nivel de Sanabria. Era suficiente, Quique, con haber puesto a Tello de delantero.


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