Media España enfurecida (como siempre)

La tregua

Los adanistas, siempre rebozados en la ignorancia del que piensa que cada acto suyo inaugura el mundo –pequeño test comprobatorio: ¿con cuánta gente de 35, 40 o 50 años se han topado que asegura haber inventado el botellón?–, creen que, en España, nadie ocupaba las trincheras ideológicas hasta que ellos se embarcaron en esta dinámica desquiciada de convertir cada debate en un intento de aniquilación del otro. Ni siquiera es cosa de los años treinta, porque fue a principios del siglo XIX cuando Goya pintó ese Duelo a garrotazos que ya recogía un tópico asentado desde hacía mucho tiempo en el imaginario colectivo.

Siempre van, pues, los españoles detrás de un cura, sea con un cirio sea con una estaca, y el sumo sacerdote de nuestro fútbol, Javier Tebas, concita hoy las adhesiones e imprecaciones con las que aquí tratamos, a partes iguales, a nuestros compatriotas célebres. 231 partidos y medio (había pendiente un Rayo-Albacete suspendido al descanso) programó la LFP en menos de siete semanas y ahora quieren lapidarlo por no haberse podido celebrar el último a causa de media docena de positivos en Fuenlabrada, lo que por lo visto es un delito execrable en el país cuyo Gobierno no enmienda un desfase de veinte mil en el conteo de muertos.

Seguro que el personaje tiene sus sombras e incluso puede que no sea el genio que pregonan sus vates, pero hasta los detractores más acérrimos de Tebas convendrán en que “los otros” andan cargando la mano en demasía jaleados desde La Coruña, donde un club destruido y una alcaldesa liliputiense engrandecen, con su paleta miopía, la añoranza de Paco Vázquez (PSOE) y Augusto César Lendoiro (PP), el transformador de la ciudad y el muñidor del Superdépor respectiva y coincidentemente. La cosa es que nos conviene, a todos, dejar de arrearnos estacazos o nos vamos a cargar también el fútbol, que es de las poquitas cosas que aguantan de pie en España.