De la Champions como paradoja
La tregua
Lucas Haurie 20/10/2020 |
Estos retruécanos argumentales nos conducen derechitos a la locura o, cuanto menos, a la melancolía. Faltan, o sea, unas cuantas horas para que el Sevilla inicie en el estadio del Chelsea su participación en la Champions 20/21 y voces autorizadas del club deslizan entre bambalinas que el partido que verdaderamente afana en el Sánchez-Pizjuán es el que allí disputará el Eibar el sábado. Lo que no es ninguna tontería, con vistas a no agravar el uno-de-seis que lucen los de Lopetegui en las dos últimas jornadas, pero obliga a plantearse alguna pregunta volteriana. ¿Para qué demonios se plantean las temporadas como una carrera hacia la Liga de Campeones si luego ese torneo es preterido ante la visita ordinaria de un aspirante a la salvación?
La máxima competición continental tiene para los dirigentes el atractivo de venir aparejada de una lluvia de millones siempre agradecible, y más en tiempos de pandemia, de modo que se entiende que los responsables de las finanzas de los clubes prioricen el acceso recurrente a esta fuente de ingresos antes que la fútil alegría de una noche de gloria, qué sé yo, eliminando al Manchester United en Old Trafford, formando durante la Marcha Real en una final de Copa o levantando un trofeo en Colonia. Está bien que las instituciones cuenten en su dirección con tipos a los que Natura puso una caja registradora en el sitio del corazón. Es mejor aún, sin embargo, cuando se permite uno el quebrantamiento de ciertas reglas si el motivo es la búsqueda de la felicidad. ¿Cómo coño va a ser más importante recibir al Eibar en la quinta jornada que ir a Stamford Bridge?
Los habituales lectores de este espacio, uno o ninguno, sabrán que el firmante no es lo que se dice un obseso de jugar la Champions y que tiene escrito muchas veces, porque lo cree a machamartillo, que una semifinal copera es mil veces más excitante que una fase de grupos contra el Rennes, el Krasnodar, o el Unirea Urziceni, pues esta película no sólo va de chelsis. No obstante, una vez metidos en harina y cuando el calendario te pone delante a uno de estos colosos, es obligatorio plantarse en la batalla como si el mundo fuese a terminarse mañana, lo que tampoco es descartable a tenor de cómo pintan las cosas. Aunque jamás gane este torneo, la historia también se escribe con los empates –quizá inútiles, a la postre, en lo tocante al palmarés– en Liverpool, Múnich o Turín que ha arrancado recientemente el Sevilla. Y si el sábado tiene que jugar Gnagnon, pues suerte para él.
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