En la Antigüedad clásica, cuando el mundo se regía en gran medida apoyado en las adivinaciones de los arúspices, ni el racional Pericles ni el desquiciado Calígula se hubiesen atrevido a desoír las señales que enviaban los dioses. Tras escrutar las vísceras de los bóvidos o escuchar el graznido de los gansos capitolinos, la conclusión habría sido indiscutible: hay que ir a por esta Copa. Las expulsiones de Marc Valiente e Illarramendi, el cambio de sede del partido del Leganés y el estado comatoso en el que compareció el Valencia fueron guiños de la fortuna que Betis y Sevilla no tienen derecho a ignorar so riesgo de incurrir en el pecado mortal de ofender a la Divina Providencia, de malbaratar los talentos que Dios ha puesto en sus manos.
Será con derbi si el bombo dice derbi o cada cual por su camino, pero los equipos sevillanos tienen la obligación de competir la semana próxima sin cálculo ni miramiento porque una semifinal les estará tendiendo los brazos. Titubea el Barcelona, resurge el Athletic con Marcelino y pasa rondas sin ruido el zorro de Emery al frente de ese Villarreal demasiado acostumbrado a morir en la orilla. Serán los enemigos más cualificados del sorteo y ninguno es lo que se dice un coco. Los demás merecen máximo respeto, claro, aunque será mayor el que cualquiera de los vecinos hispalenses infundiría a Levante, Almería o Granada en caso de emparejarse con ellos. Cualquier excusa preventiva equivaldría a intolerable derrotismo.
Tienen su peso en el decidido caminar copero de Sevilla y Betis, seguro, la jindama y la emulación, dos caras no tan opuestas de la rivalidad. Desde la primera eliminatoria, ambos han puesto sobre el césped los recursos necesarios para clasificarse para no ser menos que el otro en un torneo en el que la gloria, veleidosa, puede terminar abrazando al primero que pase por su lado. La Cartuja albergará en abril dos finales de Copa: el 4, un derbi vasco y dos semanas más tarde, ¿un derbi sevillano? No nos atrevemos a pronosticar tal cosa, aunque ambos deben ser instados a ponerle durante unos días un paréntesis a la competición liguera: por si acaso. Los partidos contra Eibar y Osasuna, francamente, se pueden ganar rotando o se pueden hasta perder.
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