Carlos Fernández como paradoja
La tregua
Lucas Haurie 04/04/2021 |
Región Europea del Deporte en 2021 (lo que quiera que eso signifique), Andalucía y su consejero del ramo, Javier Imbroda, se han empeñado en restar oprobio a la vergonzosa erección del estadio de La Cartuja, una obra suntuaria en la que quedaron enterrados, por culpa del delirio faraónico de Alejandro Rojas-Marcos, miles de millones de pesetas en lo más recio de la crisis finisecular que siguió a los fastos del 92. El hoy presidente de la Autoridad Portuaria de Sevilla, Rafael Carmona, no me dejará por mentiroso cuando les diga que fuimos pocos los que nos opusimos a la construcción de tamaño mamotreto (¡y lo llamaban Olímpico!), anticipando su inutilidad, entre la incomprensión de la grey política y de un periodismo, entonces como ahora, regado con una publicidad institucional que matizaba el espíritu crítico.
La Junta del conservador Moreno Bonilla, en todo caso, se lleva de dulce con la RFEF del sindicalista Rubiales y en esta relación se percibe como nunca que la palabra de moda en estos tiempos líquidos se escribe “transversalidad” pero se pronuncia “pasteleo”. Dos finales de la Copa del Rey se sucederán este abril en La Cartuja –además de los partidos de España contra Grecia y Kosovo recién jugados en Granada y Sevilla, respectivamente, y la Supercopa de enero– sin que el canon aflojado por el contribuyente andaluz tenga retorno alguno porque se juega a puertas clausuradas y con los límites interprovinciales cerrados. Ellos sabrán por qué lo hacen y aquí, a falta de explicaciones, nos limitaremos a poner cara de lechuza. Perplejidad.
Luego, está la paradoja de la final de la edición copera 19/20, jugada en 2021 ante los mismos espectadores que podrían haberla presenciado en su fecha: cero. ¿De verdad que a nadie le chirría la payasada perpetrada por Rubiales y los dos clubes vascos? Ha sido el único torneo dilucidado fuera de fecha, al menos en naciones que se pretendan serias, y lo ha ganado un señor, Carlos Fernández, que fue eliminado en semifinales. Imaginen por un momento que la final del Mundial de Sudáfrica se hubiese disputado en el verano de 2014 con Ballack o Lahm jugando contra España con la camiseta naranja de los Países Bajos. Raro, ¿no? Pues así ha obrado la Federación, cuyo presidente aún se permite lanzar a sus arietes mediáticos contra Javier Tebas.
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