El quid está en la pregunta

La tregua

Lucas Haurie 13/04/2021

¿Puede ganar el Sevilla esta Liga? La respuesta es “sí” e invariablemente lo será el lunes próximo también, sean cuales sean los resultados de la jornada, como sería también afirmativa a la pregunta de si puede ganarla cualquiera de los siete primeros clasificados pues puntos en juego quedan todavía para ello. Sería más pertinente y enjundioso poder contestar con conocimiento de causa a ésta otra: ¿Va a ganar el Sevilla esta Liga? Ahí nos decantaríamos la mayoría por el “no”, me temo, pero da igual porque tampoco se trata de una cuestión que pueda resolverse de manera asamblearia. Pasará lo que tenga que pasar, claro, y nadie confunda este fatalismo con el carácter cenizo o con el miedo a la frustración.

Ocurre, ni más ni menos, que en este asunto ponemos el foco en la respuesta cuando lo realmente sustancial emana de la misma pregunta. Porque resulta asombroso y debería ser (qué demonios: lo es) un enorme motivo de orgullo que la España balompédica en general, y muy en particular la Hispalis futbolera, ande inquiriéndose sobre las opciones del Sevilla, un modesto club de provincias para los estándares de los campeones de Liga, de soplarle el título a los dos trasatlánticos de siempre y al acorazado del capitán Simeone. No en otoño, cuando por costumbre se proclama un “tapado” al buen tuntún –esta temporada fue la Real Sociedad–, sino transcurrida la trigésima jornada.

Desde que el Cholo puso al Atlético a la altura de su economía, las tres primeras plazas de la Liga han estado copadas por los tres equipos que hoy las ocupan. En casi un decenio, el cuarto sólo repitió una vez (el Valencia de Marcelino), en demostración enésima de cómo lastra la Champions a quienes no tienen la costumbre de jugarla. Pues ahí queda la obra de Castro, Monchi y Lopetegui: cuarto con la gorra, poniéndole el pecho a las balas en las eliminatorias contra lo más granado del continente y alimentando los sueños más locos de sus aficionados más optimistas. De verdad que da mucha pena comprobar que hay gente incapaz de disfrutar de momentos así. El amargor acorta la vida y también la empeora.