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Líbrenos Dios de los futbolistas fieles

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
31/05/2021

Después de dos años de rendimiento altísimo e irreprochable comportamiento, Jules Koundé ha decidido marcharse del Sevilla, que obtendrá por su traspaso una formidable plusvalía. El siglo XXI en sevillista, verdaderamente dorado, está plagado de historias idénticas a ésta desde que Carlos Marchena fuese embarcado casi a empujones, “los ojos arrasados en lágrimas” (Alexandre Dumas), en un coche rumbo a Lisboa. Fue el central cabeceño EL ÚNICO futbolista que se marchó contra su voluntad, pese a que abandonaba a un equipo entonces en bancarrota y en Segunda para fichar por el colosal Benfica, que fue la primera estación de un carrerón cuajado de títulos.

De ahí en adelante, fuesen canteranos o mercenarios y yéndose con despedida lacrimógena o rifirrafe final, una treintena (y puede que me quede corto) de futbolistas en el apogeo de su arte SE QUISIERON IR DEL SEVILLA PARA GANAR MÁS DINERO. Es lo mismo que Koundé pretende hacer este verano… y es justo lo que el Sevilla quiere que haga. La alta cotización de este jugador fabuloso reduce las opciones de venta, porque pocos son los compradores potenciales, igual que las vicisitudes de un mercado en crisis: puede, o sea, que la situación se tense más de lo deseable y que el montante del cheque no sea tan suculento como el club desea. Da igual. Monchi tiene las espaldas lo suficientemente anchas como para lidiar con eso.

Sorprende, eso sí, que haya aficionados que aún se duelan ante este rigodón de cada verano, un baile coreografiado al milímetro en el que cada danzarín ejecuta unos pasos perfectamente previsibles. Va para veinte años que el Sevilla sustenta sus (impensables en su día) éxitos en la venta de los futbolistas que más destacan. No hay problema alguno en que Koundé quiera irse; ya vendrá otro y habrá que confiar en el ojo clínico de los fichadores, no queda otra. El auténtico problema es que Sergi Gómez no quiere irse ni con agua caliente. Los dos defienden sus intereses con total legitimidad, ojo, pero mientras que el escapista beneficiará con su marcha al club, el “fiel” (nótense las comillas) lo hipoteca con su inmovilismo. 


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