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Carne de cañón en la guerra de Tebas

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
08/09/2021

Lechuguinos. Es la primera palabra que me viene a la cabeza: “Muchacho imberbe que se mete a galantear aparentando ser hombre hecho”, la define el DRAE desmintiendo en parte a mi instinto, aunque no del todo. Porque, en efecto, en la actitud solemne de los hombres de fútbol cuando hablan de lo suyo como si no fuera un juego de pelota, hay algo (¡mucho!) de adolescente ensoberbecido fingiendo ser mayor. El sindiós de la Conmebol con su clasificatorio a Qatar ha obtenido cumplida respuesta con el aplazamiento de dos partidos de Liga previstos para el sábado. Don Javier Tebas, todo el mundo en pie, ha ganado otra batalla. Esta vez ha sido una guerra de lechuguinos en la que ha usado al Sevilla (y a otros clubes) como carne de cañón.

Ni en Italia, Alemania e Inglaterra, ligas donde también militan numerosos internacionales sudamericanos, va a aplazarse encuentro alguno; el PSG, huérfano de Neymar y Messi (nada, dos tuercebotas que cobran el salario mínimo interprofesional), jugará el sábado a las cinco de la tarde en Clermont-Ferrand. Y el Sevilla, ay, como si no tuvieran cosas en las que pensar, se ha prestado a ser la punta de la lanza de una querella que nada le reporta –la eterna lid LFP-RFEF– porque Acuña iba a perderse el partido contra el Barcelona. ¿Para eso se ha fichado como recambio al titular de la selección que tiene contra las cuerdas a España en el grupo premundialista? El rival, con Piqué lesionado y el uruguayo Araújo en el avión, habría venido con Mingueza y Lenglet como bizcochable pareja de centrales. Hay que tener más reflejos.

Esta victoria del Sevilla, o sea, no reporta puntos por ser jurídica y podría calificarse también como pírrica, es decir, digna de ese rey de Epiro cuyos triunfos bélicos eran para poco y a costa de mucho. Esperan Monchi y Pepe Castro, tal vez, que este aplazamiento calme el furor gimiente de Julen Lopetegui, que jamás deja pasar una ocasión para echarse unas lagrimitas y que los habrá convencido, con la ayuda de unos mapas de calor, de que la derrota habría sido segura por no haber contado con Montiel en el entrenamiento de la víspera para replicar los movimientos de Serginho Dest. O sea, un lechuguino que no hallará consuelo siquiera así, puesto que llorará lo mismo cuando finalmente se juegue: “Justo teníamos una semana clave para trabajar y nos ponen este partido…”. Parece que lo estoy oyendo.

La robotización es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el fútbol, ya que padece un juego cada vez más estereotipado, pero es un fenómeno que afecta también a las actitudes de sus protagonistas. Todos los equipos se comportan en el campo de forma similar, todos los futbolistas se parecen unos a otros en la manera mercadotécnica de conducir sus carreras y todos los clubes adoptan idéntico aire ordenancista y con ánimo de sacar ventaja cuando se plantea una controversia. El deportista verdaderamente grande es aquel que compite en cualquier circunstancia y no excusa sus derrotas porque es consciente de que ello resta valor a sus victorias. Faltaban tres jugadores (un titular, un suplente y un inédito, por ser rigurosos) para medirse con el Barcelona. ¿Y? Pues nada, a agarrarse a la letra chica con sabe Dios qué propósito. Se añora en el fútbol de hoy la hombría, que es término en desuso igual que tantos otros que remiten a los valores clásicos.


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