La trilogía de la ilusión

La tregua

Lucas Haurie 31/10/2021

El tres, para el bético y antes que nada, es el dorsal que debiera haberse retirado en honor de don Rafael Gordillo Vázquez si en el fútbol europeo existiese la querencia mitómana del deporte profesional estadounidense. Desde el punto de vista de la numerología, las dos simpáticas barriguitas que muestra el tres (3) son las medidas del tiempo –presente, pasado y futuro–, de cualquier obra humana –planteamiento, nudo y desenlace– y en la tradición cristiana, por supuesto, del ente uno y trino que creó el Universo –Padre, Hijo y Espíritu Santo­–. Es el número de la Divina Perfección y por eso tres veces claman los serafines “Santo, Santo, Santo” para invocar a Dios.

Tres, o sea, como los tristes tigres del trabalenguas y de la novela de Cabrera Infante, como cerditos del cuento o como las hijas de Elena en la popular canción, que ninguna era buena, son los partidos cruciales que aguardan al Betis de Manuel Pellegrini –casi nunca más apropiado el uso del sintagma nominal– en la semana que arranca cuando se redactan estas líneas, recién adaptado el reloj al horario invernal. Hace unos meses, nadie habría designado a los verdiblancos como favoritos para batir al Atlético en Madrid, al Bayer Leverkusen en Alemania y al Sevilla en el derbi, pero “los tiempos cambian que es una barbaridad” (decía don Hilarión en la célebre zarzuela) y hételos ante tres posibilidades ciertas, cada cual con su propio significado.

Porque lo más chachi del asunto es que el Betis no debe ganar LOS TRES partidos para disparar su cotización hacia Dios sabe qué objetivos, sino que la victoria en CADA UNO de los encuentros tendría un hondo significado con independencia del resultado de los otros dos. Y, viendo jugar a los contendientes, no es locura pronosticar el triunfo bético en ninguna de las tres ocasiones. Así, ganar el campo del vigente campeón del Liga sería la presentación de la candidatura a su sucesión, habida cuenta de qué expectativas crearon los colchoneros con su campaña de fichajes estival; vencer en Leverkusen amarraría el pase a octavos de la Liga Europa por encima de uno de los más acreditados pretendientes al título, luego pondría en línea de mira la final del Sánchez-Pizjuán; y batir al Sevilla en el duelo vecinal confirmaría la legitimidad del deseo –que los más osados ya insinúan– de soplarle al vecino la plaza de Champions donde su presidente quiere establecer el “campamento base”.