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Tertulianos en el Vaticano

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
27/05/2022

Cierto domingo de Pascua, mediados los noventa, el gran Forges dibujaba en su viñeta diaria a Juan Pablo II con el fondo inconfundible de la cúpula de San Pedro junto a un señor que le susurraba algo al oído y la siguiente leyenda: “Tertuliano de una radio española explicándole al Papa cómo debe darse la bendición urbi et orbi”. El Sevilla, en fin, ha traspasado a Diego Carlos por más del doble de su coste tras haberlo disfrutado (¡y cómo!) durante tres temporadas de excelso rendimiento. Pero ni el periodismo ni, ojo al dato, los tuiteros dejan de explicarle a Monchi los entresijos de la fonética latina.

A la hora de hacer un análisis medianamente serio, siempre resulta conveniente sacarse el mondadientes de la boca, lo que impedirá referirse a millones de euros como quien cuenta huesos de aceituna. Hasta el más recalcitrante de los hinchas sabe que la edad de un futbolista es un factor clave para fijar su precio. El comprador de Diego Carlos, próximo a la treintena, no dispone de tres lustros para amortizar su desembolso ni puede aspirar sensatamente a que se revalorice para así obtener una plusvalía, ni siquiera para venderlo por la mitad de lo que lo ha comprado. Abundan las comparaciones con traspasos –consumados o en curso– de otros centrales… olvidando arteramente que se trata de jugadores con cinco o seis años menos que el brasileño. ¡La mitad de la “vida útil”! Nada, un detalle sin importancia.

¿Barata la venta? Bueno, según y cómo. La historia dice que muy pocas veces se han pagado 31 kilos por un central de 29 tacos, y es importante también el matiz del puesto porque los defensores, como nadie ignora, ofrecen un menor rendimiento mercadotécnico que los delanteros o los centrocampistas ofensivos. ¿Cuántas camisetas de zagueros se venden? Una operación legítimamente comparable con la de Diego Carlos es la que llevó al Manchester United a Raphaël Varane, siendo ambos de la quinta de 1993. En 2021, obvio, el francés tenía un año menos de los que hoy tiene el brasileño y fue vendido por 50 millones de euros. No es necesario recordar el poderío del comprador al lado de un Aston Villa que acaba de ser decimocuarto en la Premier ni el palmarés del galo, campeón mundial y tetracampeón de la Champions como titular indiscutible.

Existe la tentación, yo mismo podría decirlo, de afirmar que Diego Carlos es mejor que Varane y que debería por ello haber costado lo mismo –restemos acaso cinco millones, el 10%, por el año de envejecimiento–. En fin, es el clásico “pecado de cercanía”, que nos hace mirar con más estima a los que conocemos que a los que nos son más ajenos. Será eso, o será que los seleccionadores de Brasil y los secretarios técnicos de la veintena de clubes europeos más ricos y atractivos que el Aston Villa no tienen ni repajolera idea de este negocio, como tampoco saben de fútbol los confeccionadores de los distintos onces ideales de la Liga, que han ignorado al brasileño.


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