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Retener el talento, ¿obligación, trampa o ventaja?

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
04/06/2022

Hace mucho que se acuñó la expresión “el dinero en el campo” para definir a las políticas audaces de los gestores balompédicos, antípodas de aquel presidente de Osasuna, Fermín Ezcurra, motejado en Pamplona “el pesetas” porque prefería el hombre cuadrar las cuentas antes que salvar la categoría. Gastar hasta el límite, e incluso un poquito más allá, no es bueno ni malo per se, como casi nada en la vida, sino que puede salir mal o bien y manda hoy en el Benito Villamarín un Don Haruel a quien le renta sobremanera la osadía, seguramente contra natura si por él fuese e inoculada en el club por su fiel Catalanza.

Resulta llamativo que quienes llegaron al Betis con un aura de ortodoxia empresarial mutasen en menos de un lustro en dirigentes futboleros de los de “fiche usted que ya veremos cómo se paga”. ¡La escuela de Luis Oliver! Llamativo, sí, pero no inexplicable porque la metamorfosis vino impelida por las circunstancias y auspiciada por un genio como Manuel Pellegrini. Hace menos de dos años, recién concluida la Liga del covid y de Rubi, dos virus la mar de dañinos, la obligación era achicar los gastos y recaudar lo que se pudiera por una plantilla devaluada. La ausencia total (sangrante, desesperante…) de ofertas impelió a “retener el talento”, que no era más que una frase hecha para intentar hacer virtud de la necesidad, y la magia del druida chileno hizo el resto.

La gran virtud de los mandamases del Betis, por consiguiente, ha sido su capacidad de adaptación, una cualidad que denota inteligencia y que deberán volver a mostrar dos veranos después, con la economía igual de canina que antes –o peor– pero con la mochila cargada de éxitos deportivos que han proporcionado confiabilidad al consejo de administración y, mejor todavía, felicidad a la clientela. Los problemas de tesorería, como los trenes y los expedientes judiciales, terminan llegando aunque se retrasen… así que aquí está bolondrón diferido hace dos años mientras el club sigue fichando sin vender y sin que parezca que nadie se interese demasiado por las perlas que tiene expuestas en su escaparate.

No faltará quien tilde de locura esta política de un Betis sin margen para inscribir a ningún futbolista a no ser que venda, y bastante, en las cuatro próximas semanas. En ciertos momentos, sin embargo, vale más ser disruptivo porque la teoría puede conducir indefectiblemente al traspaso pero, ¿a quién y por cuánto? Sólo dos futbolistas generarían una plusvalía estimable por haber llegado a coste cero: Rui Silva, portero suplente por más fiable que sea, y un Sergio Canales devenido estandarte que no quiere irse ni con agua caliente. Por edad, por circunstancias contractuales o por ambas cosas, vender a Fekir o a Carvalho o a Bartra o a Guido o a Álex Moreno o a Borja Iglesias no sería un maná, sino apenas un alivio. Puede que parezca imposible “retener el talento” otro año a la espera de una salvífica clasificación para la Champions o de una revalorización de Luiz Henrique en la línea inversa de Lainez. O puede que, en realidad, sea la única opción sensata.


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