muchodeporte.com : Miguel Ángel Chazarri

A Roberto Alés, 'In Memoriam'

La fábrica de humo
Miguel Ángel Chazarri
Miguel Ángel Chazarri
22/02/2019

Roberto Alés nos ha dejado y el Sevilla, desde hoy, queda más huérfano. Los clubes, como cualquier empresa, son un depósito de sentimientos, de épocas doradas, de momentos negros, de gente que va y viene sin dejar huella y de personas que en buena hora aparecen para marcar el camino y enderezar el rumbo. A este último grupo pertenece Roberto Alés, a quien sin duda el Sevilla le debe mucho. Antes de su llegada, el club se convirtió en un refugio de golfos e ineptos que, o bien obraban sin conciencia y tino alguno, o directamente se llevaban el dinero por la cara con tres fichajes y cuatro gestiones de andar por casa. Evitemos los nombres. No es el momento, pero ahí están. Roberto Alés llegó al Sevilla con la mítica frase de "cero euros en la caja" y "siete balones" que su fiel escudero Augusto Lahore entonó en cierta junta de accionistas. Para que los números dejaran de ser rojos no hizo nada extraordinario. No puso en práctica ningún novedoso método aprendido en Harvard. A él no le hacía falta. Lo suyo era la calle, la gestión sensata, el mirarle a la carita a la gente y decirle que tres euros eran tres euros y no dos, llegado el caso. Lo suyo era cumplir y no comprometerse ante lo que fuera imposible responder. ¿Qué fácil, verdad? Qué bien si nuestros entrañables políticos pusieran en práctica tan elemental forma de actuar... Su palabra, una vez dada, iba a misa. Con la base de la decencia, que siempre es buen punto de partida, y como el hombre listo que siempre fue, supo rodearse de gente comprometida, sevillista y capaz. Ahí está el nombre de Monchi, un descubrimiento suyo. Ahí también el de Caparrós. Poco a poco se recuperó la ética del trabajo, el amor por las cosas bien hechas, el mirar por el mañana de la entidad. Y las cosas fueron saliendo. Bastante bien, por cierto.

El Sevilla pronto dio un giro, recuperó su sitio, aunque seguían las dificultades económicas. Nunca estuve de acuerdo con su idea de marcharse a La Cartuja como posible solución definitiva a los males. No creo que aquello hubiera traído nada bueno. La solución, como el tiempo se encargó de demostrar, era enlazar una buena gestión con otra, por supuesto vendiendo a jugadores, el gran patrimonio de un club. En parte lo disculpo, pues también hay que verse todos los días agobiado, hasta el cuello y con la presión añadida de una afición poco agradecida y que no suele dar tregua. Roberto no lo vio claro y cedió su sitio a Del Nido, que llegó con un brío formidable y ganas de comerse el mundo. Justo es reconocer a Alés como uno de los arquitectos del gran Sevilla que hoy conocemos. Como la cabeza le funcionó perfectamente hasta el último día, muchas de las reuniones más importantes del club tuvieron lugar en el salón de su casa. En ese espacio de intimidad siempre se ha mirado por el bien del Sevilla. Ahora que su mala salud de hierro se ha quebrado, se puede decir que se marcha tras una vida larga, exitosa e intensa. Vio a su Sevilla en lo más alto, nunca lo dejó solo y jamás se dejó mangonear por nadie. En estos tiempos de palabras rimbombantes que no significan nada, siempre me gustó escuchar su tono llano, su aplastante sentido común. Se puede ir tranquilo. Descanse en paz.


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